14/10/2019, 19:15
El Uchiha, que había salido de su habitación apresuradamente al escuchar la voz de Otohime —temiéndose que otra desgracia inesperada estaba por cernirse sobre Ryugu-jō— no pudo contener un bufido molesto cuando descubrió que la razón de tanto alborozo era un simple disco de música. Claro, para forofos y coleccionistas aquello podía ser una auténtica pieza de muchísimo valor, pero para Akame —y sobretodo en ese momento de su existencia— había asuntos mucho más acuciantes. Vestido con su yukata índigo y unos pantalones bombachos, descalzo y sin rastro alguno de ninguno de sus portaobjetos, aquella imagen era rara de ver en él. Parecía incluso que el destino así lo había querido, conjurándose para que allí, entre los fríos muros de la gruta, se diera una escena tan banal como aquella. Como un baile.
—Oh, por todos los dioses —masculló el Uchiha cuando la "princesa" empezó a bailar, deleitándose con la música—. Pensaba que era algo importante de verdad.
Sin embargo, la cosa no quedaba ahí, sino que la especialista en Fuuinjutsu de Dragón Rojo quería sacar a una pareja al baile. Akame miró alternativamente a Money y a Kaido; ¿cuánto tiempo hacía que no tenía contacto con una mujer, siquiera fuese para menear el esqueleto? «Demasiado», se respondió a sí mismo. Y Uchiha Akame no era de piedra, como todos los de allí. Había conocido las lides del amor y los secretos del cuerpo femenino, y por qué no decirlo, se había encontrado echándolos de menos amargamente alguna que otra vez. ¿Qué daño podía hacerle un simple baile?
Avanzó un paso, y luego otro, y miró a Otohime. Sus ojos querían decir "no tengo ni idea de cómo se baila esta mierda", pero él le tendió una mano con mucha guasa y sorna, esperando a que la dama se la tomara.
—Oh, por todos los dioses —masculló el Uchiha cuando la "princesa" empezó a bailar, deleitándose con la música—. Pensaba que era algo importante de verdad.
Sin embargo, la cosa no quedaba ahí, sino que la especialista en Fuuinjutsu de Dragón Rojo quería sacar a una pareja al baile. Akame miró alternativamente a Money y a Kaido; ¿cuánto tiempo hacía que no tenía contacto con una mujer, siquiera fuese para menear el esqueleto? «Demasiado», se respondió a sí mismo. Y Uchiha Akame no era de piedra, como todos los de allí. Había conocido las lides del amor y los secretos del cuerpo femenino, y por qué no decirlo, se había encontrado echándolos de menos amargamente alguna que otra vez. ¿Qué daño podía hacerle un simple baile?
Avanzó un paso, y luego otro, y miró a Otohime. Sus ojos querían decir "no tengo ni idea de cómo se baila esta mierda", pero él le tendió una mano con mucha guasa y sorna, esperando a que la dama se la tomara.