15/10/2019, 02:17
Es innegable que Kaido sintió ligeramente aliviado cuando Akame pasó de inmiscuirse en la batalla entre Zaide y Ryu. Siendo sinceros, si acababa metiéndose al lío, seguramente el tiburón se hubiera replanteado su voto y, por una razón desconocida —quizás la voluntad del sello, o qué coño, su propio ego—. habría querido ayudar al Dragón más fuerte. Pero ya podía quedarse tranquilo, que por primera vez en mucho tiempo el meollo del asunto no era suyo, y no era su espada la que iba a encontrar sangre durante aquél duelo ancestral para pregonar al Cabeza de Dragón que por mérito propio, tomaría las decisiones en los futuros empates como lo venía haciendo el guerrero de ébano.
Cuando todos se desperdigaron, el escualo tuvo la intención de hacer lo mismo; pero paró el oído cuando Money suplicaba a Zaide que le quitase un... ¿sello? ¡joder, si es que tenía un puto sello explosivo en el cogote! ¡lo había tenido todo este tiempo!
Kaido rió por detrás, mientras se acercó pavoneándose, al darse cuenta de que Zaide era incapaz de hacerlo sin correr el riesgo de que la cabeza del contador volara en cientos de pedazos.
El escualo se acercó hasta Money, realizó el sello del carnero y colocó su mano derecha por encima del papel explosivo, mientras que su palma emanaba un aura azulada que de a poco fue desconjeturando los mecanismos del kibaku fuda. Una vez supo que la técnica había logrado su objetivo, arrancó el sello de raíz y lo tiró al suelo.
—Me debes una —y dicho ésto, desapareció en el siguiente pasillo, que daba a su habitación.
Cuando todos se desperdigaron, el escualo tuvo la intención de hacer lo mismo; pero paró el oído cuando Money suplicaba a Zaide que le quitase un... ¿sello? ¡joder, si es que tenía un puto sello explosivo en el cogote! ¡lo había tenido todo este tiempo!
Kaido rió por detrás, mientras se acercó pavoneándose, al darse cuenta de que Zaide era incapaz de hacerlo sin correr el riesgo de que la cabeza del contador volara en cientos de pedazos.
El escualo se acercó hasta Money, realizó el sello del carnero y colocó su mano derecha por encima del papel explosivo, mientras que su palma emanaba un aura azulada que de a poco fue desconjeturando los mecanismos del kibaku fuda. Una vez supo que la técnica había logrado su objetivo, arrancó el sello de raíz y lo tiró al suelo.
—Me debes una —y dicho ésto, desapareció en el siguiente pasillo, que daba a su habitación.