15/10/2019, 14:10
—Sí, lo difícil va a ser encontrar alguna pista. Esta zona está llena de pueblitos enanos, como este, y la gente suele ser bastante sedentaria. No hay mucho movimiento, aquí parece que aprecian las ventajas de una vida cómoda y estable —valoró Akame, aunque claro, no tenía por qué ser el caso de todo el mundo—. Como te dije, nuestra pequeña saquita de oro pasó por la Ribera del Norte, o está allí, o seguramente encontraremos a alguien que le conozca o le haya visto.
Cuando Kisame pidió un té, Akame levantó un par de dedos para indicar "que sean dos". Luego se recostó en su silla.
—Pues estás de suerte, que por estas tierras hay buena comida —dijo Akame, para luego volverse hacia la mesera—. Yo me voy a comer la mejor carne de res que tengan, ¿eh? Y otro plato aquí para mi amigo. Eso sí, no me escatimes con la guarnición —agregó, mientras la mujercita asentía, evidentemente nerviosa por el aspecto inquietante del Uchiha.
La muchacha acabó por darse la vuelta y, al poco, traerles el té que habían pedido; la carne tardaría más. Akame no dijo palabra mientras tanto, sino que se limitó a sacarse un cigarrillo y encenderlo, para luego fumar con tranquilidad. Después de la movida noche, las montañas y la tormenta, parecía agradecer aquel paraje fresco y poco hostil.
—La gastronomía de Tsuchi no Kuni no es tan mala como parece —dijo al cabo de un rato—, claro, que son más pobres que las putas ratas. ¿Te imaginas la cantidad de minerales que se deben poder extraer de esas montañas? Y aun así, tienen una economía de mierda, y su país está invadido por toda clase de rateros que huyen de la ley. ¿Cómo puede una nación llegar a algo así? Sin duda gracias a tipos como nuestro querido Guzen —resopló, aunque parecía que su desprecio era fingido en parte—. Una labor de patriotismo, mi buen camarada. Eso es lo que tú y yo estamos haciendo aquí.
Entonces la muchacha volvió con sendos platos de madera sobre los cuales humeaban filetes de carne de venado que olía maravillosamente bien. Akame agradeció el servicio con una inclinación de cabeza y luego se dispuso a comer con la misma voracidad con la que Kisame le había visto devorar su desayuno; pese a su constitución flacucha y apariencia dejada, parecía que aquel Uchiha siempre estaba hambriento.
Cuando Kisame pidió un té, Akame levantó un par de dedos para indicar "que sean dos". Luego se recostó en su silla.
—Pues estás de suerte, que por estas tierras hay buena comida —dijo Akame, para luego volverse hacia la mesera—. Yo me voy a comer la mejor carne de res que tengan, ¿eh? Y otro plato aquí para mi amigo. Eso sí, no me escatimes con la guarnición —agregó, mientras la mujercita asentía, evidentemente nerviosa por el aspecto inquietante del Uchiha.
La muchacha acabó por darse la vuelta y, al poco, traerles el té que habían pedido; la carne tardaría más. Akame no dijo palabra mientras tanto, sino que se limitó a sacarse un cigarrillo y encenderlo, para luego fumar con tranquilidad. Después de la movida noche, las montañas y la tormenta, parecía agradecer aquel paraje fresco y poco hostil.
—La gastronomía de Tsuchi no Kuni no es tan mala como parece —dijo al cabo de un rato—, claro, que son más pobres que las putas ratas. ¿Te imaginas la cantidad de minerales que se deben poder extraer de esas montañas? Y aun así, tienen una economía de mierda, y su país está invadido por toda clase de rateros que huyen de la ley. ¿Cómo puede una nación llegar a algo así? Sin duda gracias a tipos como nuestro querido Guzen —resopló, aunque parecía que su desprecio era fingido en parte—. Una labor de patriotismo, mi buen camarada. Eso es lo que tú y yo estamos haciendo aquí.
Entonces la muchacha volvió con sendos platos de madera sobre los cuales humeaban filetes de carne de venado que olía maravillosamente bien. Akame agradeció el servicio con una inclinación de cabeza y luego se dispuso a comer con la misma voracidad con la que Kisame le había visto devorar su desayuno; pese a su constitución flacucha y apariencia dejada, parecía que aquel Uchiha siempre estaba hambriento.