17/10/2019, 19:00
Si la postura corporal de Viento Blanco denotaba agresividad, la de Akame no era menos marcial. Desde el momento en el que había insultado a aquel águila —por puro instinto, pues había pinchado en hueso con sus palabras— el Uchiha se encontraba con las rodillas ligeramente flexionadas, la vista fija en su enemigo y la mano diestra presta a viajar hasta la empuñadura de su ninjatō. Ni siquiera se estaba planteando si era inteligente hacer lo que acababa de hacer; le había salido de dentro.
No obstante, Zaide medió en el conflicto para que la sangre no llegase al río. Akame, sin relajarse todavía, atendió silencioso a la discusión entre invocador e invocado. Ni siquiera se inmutó cuando el viejo de los Uchiha le aseguró a Viento Blanco que le ayudaría a cumplir su venganza por tal afrenta. «Que te jodan a ti también, calvo de los cojones. Probablemente ni siquiera vas a vivir para ver la luz del nuevo día», maldijo para sus adentros Akame, furibundo.
Cuando el pájaro le lanzó una nueva amenaza, el Uchiha no se arrugó. Sino que, gallardo, alzó el mentón con orgullo mientras se llevaba la mano zurda al paquete, agarrándoselo con fineza.
—Cómeme los huevos, pajarraco.
Habiéndose marchado el dúo, y mientras Akame todavía les seguía con la vista por el cielo, el Uchiha se limitó a soltar un bufido molesto. Cuando Zaide y Viento Blanco se perdieron en el cielo nocturno, Akame desactivó su Sharingan y se volvió con el rostro agrio, pateando una piedra que se interponía en su camino.
—Hay que joderse... —masculló entre dientes.
No obstante, Zaide medió en el conflicto para que la sangre no llegase al río. Akame, sin relajarse todavía, atendió silencioso a la discusión entre invocador e invocado. Ni siquiera se inmutó cuando el viejo de los Uchiha le aseguró a Viento Blanco que le ayudaría a cumplir su venganza por tal afrenta. «Que te jodan a ti también, calvo de los cojones. Probablemente ni siquiera vas a vivir para ver la luz del nuevo día», maldijo para sus adentros Akame, furibundo.
Cuando el pájaro le lanzó una nueva amenaza, el Uchiha no se arrugó. Sino que, gallardo, alzó el mentón con orgullo mientras se llevaba la mano zurda al paquete, agarrándoselo con fineza.
—Cómeme los huevos, pajarraco.
Habiéndose marchado el dúo, y mientras Akame todavía les seguía con la vista por el cielo, el Uchiha se limitó a soltar un bufido molesto. Cuando Zaide y Viento Blanco se perdieron en el cielo nocturno, Akame desactivó su Sharingan y se volvió con el rostro agrio, pateando una piedra que se interponía en su camino.
—Hay que joderse... —masculló entre dientes.