21/10/2019, 01:11
Los ojos cristalinos del tiburón parecían vívidamente perdidos en la blanquecina extensión de sal que componían las llanuras. Custodiado por enormes montañas, además, que convertían de aquél lugar una de las maravillas de la naturaleza, desconocidas para aquellos que vivían hacia el oeste de Oonindo. Cómodo en su trono de hielo creados por la Anciana, y que tenían una visión esplendorosa del ring improvisado donde se daría vida al Kaji Saiban, Kaido se movió inquieto cuando aquél cometa eléctrico aterrizó desde los nebulosos cielos, aupado por el vuelo de su águila. Esos pequeños aunque potentes destellos de raiton que emergían de su cuerpo le habían hecho abrir la boca, atónico, pues nunca antes había visto semejante técnica, y aun nivel de concentración de chakra como ese.
«Con que a eso me enfrentaba. Báh, que ingenuo fui.»
El Umikiba torció la vista hacia Ryū, con aras de preocupación. Bien que le había dicho a Zaide que creía que él ganaría aquél combate, sólo para camelárselo un poco; pero era evidente que Kaido apostaba siempre por el caballo ganador. Aunque ese sharingan y esos rayos, en conjunto, le causasen un profundo temor, tuvo que rememorar las palabras del propio guerrero de ébano. Que mirara bien, pues ésta sería su primera lección.
Las palabras de la Anciana le sacaron de su ensimismamiento y lo obligaron a recuperar la compostura en su trono de hielo. Alzó los brazos, los apoyó en la mandíbula y afinó bien los ojos, para percatarse muy bien del transcurso de aquél combate. Dichos los honores de apertura por la más antigua de Dragón Rojo...
... el Duelo de fuego daba comienzo.
«Con que a eso me enfrentaba. Báh, que ingenuo fui.»
El Umikiba torció la vista hacia Ryū, con aras de preocupación. Bien que le había dicho a Zaide que creía que él ganaría aquél combate, sólo para camelárselo un poco; pero era evidente que Kaido apostaba siempre por el caballo ganador. Aunque ese sharingan y esos rayos, en conjunto, le causasen un profundo temor, tuvo que rememorar las palabras del propio guerrero de ébano. Que mirara bien, pues ésta sería su primera lección.
Las palabras de la Anciana le sacaron de su ensimismamiento y lo obligaron a recuperar la compostura en su trono de hielo. Alzó los brazos, los apoyó en la mandíbula y afinó bien los ojos, para percatarse muy bien del transcurso de aquél combate. Dichos los honores de apertura por la más antigua de Dragón Rojo...
... el Duelo de fuego daba comienzo.