27/10/2019, 18:12
Qué terrible poder, ese, el de Ryū. Era la primera vez que Kaido presenciaba en primera fila un combate de tal magnitud, y más aún, una superioridad tan calzada como la que tenía el Dragón de ébano sobre Zaide, el danzante amarillo, que muy a pesar de moverse a velocidad tal que los ojos del escualo eran incapaces de percibir nítidamente sus movimientos más que cuando Ryū hacía lo propio para detenerlos como si se tratasen de molestas polillas, no había tenido en ningún punto del combate, la superioridad. Estaba superado no sólo en número de efectivos —el inmenso dragón de Komodo valía por cuatro hombres, seguramente—. sino también en chakra, en ideas, y en capacidad de reacción. Uno tras otro, sus envites, siempre próximos a dar en el blanco, se quedaban en la absoluta nada, torciéndose de pronto la balanza con un suspicaz contraataque como ese último, en el que un kawarimi permitió que Ryū se pusiera a salvo y que la invocación martillase a Zaide con todo el poder de su esperpéntica cola.
Kaido se tuvo que levantar de su asiento de hielo cuando el cuerpo maltrecho de Uchiha Zaide cayó a unos cuantos metros, después de dar severas vueltas sobre la halita, como un muñeco de trapo. Para él contemplar la superioridad de Ryū era como sentir una especie de venganza poética por su propia derrota.
Ryū le había dicho que observara muy bien el transcurso del combate, para que aprendiera a enfrentar a un Uchiha. Oh, y vaya que lo estaba haciendo. Ahora entendía muy bien la estratagema del gran Dragón frente a esos ojos rojos.
«La clave es nunca estar sólo. ¿Cómo no se me ocurrió antes?» —se dijo, como si de pronto se le hubiera iluminado el mundo. Kage bunshin, invocaciones. Daba igual. Siempre que el Uchiha se encontrase en desventaja numérica, el uso de los genjutsu reducía enormememente su funcionalidad.
Kaido se tuvo que levantar de su asiento de hielo cuando el cuerpo maltrecho de Uchiha Zaide cayó a unos cuantos metros, después de dar severas vueltas sobre la halita, como un muñeco de trapo. Para él contemplar la superioridad de Ryū era como sentir una especie de venganza poética por su propia derrota.
Ryū le había dicho que observara muy bien el transcurso del combate, para que aprendiera a enfrentar a un Uchiha. Oh, y vaya que lo estaba haciendo. Ahora entendía muy bien la estratagema del gran Dragón frente a esos ojos rojos.
«La clave es nunca estar sólo. ¿Cómo no se me ocurrió antes?» —se dijo, como si de pronto se le hubiera iluminado el mundo. Kage bunshin, invocaciones. Daba igual. Siempre que el Uchiha se encontrase en desventaja numérica, el uso de los genjutsu reducía enormememente su funcionalidad.