2/11/2019, 04:22
Kisame dejó su parte del pago sobre la mesa y luego ambos shinobi se marcharon de allí. La ruta de Akame seguía bordeando el río, dejando el Gran Árbol al Este, hacia los pueblecitos de la Ribera del Norte. Mientras caminaban, el exiliado se mantenía en silencio, absorto en sus propios pensamientos. «Ahora llega la parte difícil... ¿Puedo confiar en este pipiolo?»
Caminaron durante el resto del día hasta llegar al primer pueblo ribereño-septentrional. Se trataba de una agrupación de viviendas justo en la ribera, ni muy grande ni muy pequeño, escasamente poblado. Akame dudaba que allí fueran a encontrar nada de valor, pero por si acaso tomó la decisión de parar a descansar. El Sol ya se iba ocultando tras el horizonte y no tenía ganas de dormir a la interperie otra noche.
—Kisame-san —llamó al otro—. Voy a la posada a alquilar un par de habitaciones para pasar la noche y a preguntar por nuestro querido amigo. Tú date una vuelta por el pueblo, a ver si puedes sacar algo —se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó el desgastado volante de papel con la cara de Guzen—. Llévate esto.
Caminaron durante el resto del día hasta llegar al primer pueblo ribereño-septentrional. Se trataba de una agrupación de viviendas justo en la ribera, ni muy grande ni muy pequeño, escasamente poblado. Akame dudaba que allí fueran a encontrar nada de valor, pero por si acaso tomó la decisión de parar a descansar. El Sol ya se iba ocultando tras el horizonte y no tenía ganas de dormir a la interperie otra noche.
—Kisame-san —llamó al otro—. Voy a la posada a alquilar un par de habitaciones para pasar la noche y a preguntar por nuestro querido amigo. Tú date una vuelta por el pueblo, a ver si puedes sacar algo —se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó el desgastado volante de papel con la cara de Guzen—. Llévate esto.