6/11/2019, 19:55
Pese a todo, al final del día, el Daimyō del País del Bosque sí que se dignó a aparecer. Su rostro, cansado y severo, mostraba signos de haber estado... ¿llorando? Con las manos detrás de la espalda, se plantó frente a la camilla de Yota y ordenó de muy mala manera a los enfermeros que estaban asistiéndole en aquél momento que abandonaran la habitación.
—Querías verme —afirmó, no preguntó, con una mirada altiva, la barbilla alzada artificialmente.
Tras saltar a una de las ramas del bosque por el que viajaba, un grupo de shuriken se clavó en la madera justo en la que había delante de él. Uno, dos, tres ANBU de Kusagakure, a juzgar por la indumentaria, se posaron en los árboles cercanos.
—¡Eikyuu Juro! ¿O quizás no...? —habló uno de ellos. ¿Desenvainando una uchigatana?
—Querías verme —afirmó, no preguntó, con una mirada altiva, la barbilla alzada artificialmente.
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Tras saltar a una de las ramas del bosque por el que viajaba, un grupo de shuriken se clavó en la madera justo en la que había delante de él. Uno, dos, tres ANBU de Kusagakure, a juzgar por la indumentaria, se posaron en los árboles cercanos.
—¡Eikyuu Juro! ¿O quizás no...? —habló uno de ellos. ¿Desenvainando una uchigatana?
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