11/11/2019, 14:04
Akame asintió sin decir palabra y se dio media vuelta, en dirección al hostal. Él mismo haría sus pesquisas por allí, conocedor de que en las posadas y tabernas era donde cualquier aventurero que se preciase de serlo hallaba a un amable vecino que le pusiera al corriente de los asuntos locales. O al menos, así sucedía siempre en las novelas de fantasía.
Kisame, por su parte, encontraría —quizás con alivio— que el pueblo era lo suficientemente pequeño como para que perderse fuera realmente difícil. Por contra, esto también suponía que, bueno... No era precisamente una aldea ribereña el lugar con la concentración de aventureros experimentados más alta de Oonindo. Más bien el amejin se cruzó con un grupo de mujeres que discutían animadamente sobre la política del Daimyo —algunas de ellas hablaban sobre la "independencia del País de los Ríos"—, una pareja de pescadores que volvía del río con las redes a cuestas, y media docena de niños que jugaban con un balón de cuero.
Kisame, por su parte, encontraría —quizás con alivio— que el pueblo era lo suficientemente pequeño como para que perderse fuera realmente difícil. Por contra, esto también suponía que, bueno... No era precisamente una aldea ribereña el lugar con la concentración de aventureros experimentados más alta de Oonindo. Más bien el amejin se cruzó con un grupo de mujeres que discutían animadamente sobre la política del Daimyo —algunas de ellas hablaban sobre la "independencia del País de los Ríos"—, una pareja de pescadores que volvía del río con las redes a cuestas, y media docena de niños que jugaban con un balón de cuero.