11/11/2019, 20:23
Akame notaba la respiración de su pecho acompasarse de nuevo, poco a poco, a medida que la adrenalina del momento iba bajando. Él sabía que no sólo Otohime había estado a punto de morir, sino todos ellos si no hubieran tenido sus propios medios para escapar de la ira del Gran Dragón; un poder más destructivo que nada que Akame hubiese visto jamás... Con una sola excepción. E incluso de eso dudaba ahora, pues si bien una Bijuudama podía considerarse una técnica de destrucción masiva, ¿qué era lo que acababa de ver? «Ese Ryu... Es un monstruo. Es un jodido monstruo», se dijo, conteniendo un estremecimiento. Tipos como aquel hacían de Oonindo un lugar peligroso, pensó Akame.
Luego Otohime le asaltó con un abrazo sentido, agradecida de que el Uchiha la hubiera salvado de morir calcinada por uno de sus propios "hermanos" —visto lo visto, no había comillas suficientemente grandes en todos los libros del mundo para matizar esa palabra—. Akame ni siquiera se ruborizó, exaltado todavía como estaba por el suceso. Tampoco le devolvió el abrazo, limitándose a mirarla con ojos extraños. Uno de ellos sangrante, aunque ya había recuperado la forma de tres aspas en su iris. Había algo que le tenía mosca.
«¿Por qué cojones me duele tanto?»
Desde que Akame despertara el poder del Mangekyō, nunca había sentido un dolor físico tan intenso como en aquella ocasión; por no hablar de la sangre. Si bien sabía que las técnicas del Caleidoscopio consumían una gran cantidad de chakra y de aguante físico de su ejecutor, la hemorragia era algo completamente nuevo. «Ahora sí que necesito que este cafre sobreviva al Kaji Saiban... Tenemos una conversación pendiente.» El Uchiha le dirigió una mirada incierta a Zaide, que descendía de los cielos, a lo lejos.
—No sé si te quedan ganas de acercarte a mirar —dijo el renegado, con una media sonrisa—, pero yo no me pienso perder el desenlace de esta mierda.
Luego Otohime le asaltó con un abrazo sentido, agradecida de que el Uchiha la hubiera salvado de morir calcinada por uno de sus propios "hermanos" —visto lo visto, no había comillas suficientemente grandes en todos los libros del mundo para matizar esa palabra—. Akame ni siquiera se ruborizó, exaltado todavía como estaba por el suceso. Tampoco le devolvió el abrazo, limitándose a mirarla con ojos extraños. Uno de ellos sangrante, aunque ya había recuperado la forma de tres aspas en su iris. Había algo que le tenía mosca.
«¿Por qué cojones me duele tanto?»
Desde que Akame despertara el poder del Mangekyō, nunca había sentido un dolor físico tan intenso como en aquella ocasión; por no hablar de la sangre. Si bien sabía que las técnicas del Caleidoscopio consumían una gran cantidad de chakra y de aguante físico de su ejecutor, la hemorragia era algo completamente nuevo. «Ahora sí que necesito que este cafre sobreviva al Kaji Saiban... Tenemos una conversación pendiente.» El Uchiha le dirigió una mirada incierta a Zaide, que descendía de los cielos, a lo lejos.
—No sé si te quedan ganas de acercarte a mirar —dijo el renegado, con una media sonrisa—, pero yo no me pienso perder el desenlace de esta mierda.