13/11/2019, 02:24
Fiusm, el cuerpo de Kaido se materializó, allá a lo lejos, junto a la Anciana y a Kyutsuki.
—Ni que lo digas, Anciana, ni que lo digas —dijo, consciente de que una de sus motivaciones para sacar a Akame de aquél sucio rincón de Tanzaku Gai fue, desde luego, poder hacer uso de sus habilidades para su propio beneficio. Claro que no contaba que Akame se descarriara tan rápido a tomar sus propias decisiones —cosa de la que tenía que culparse, al ayudarlo a despejar su mente y cuerpo del omoide, con la que quizás, podría haberle tenido más controlado—. al punto de haber matado a Shaneji, por ejemplo, o incluso aliarse con Zaide.
Pero sí, la Anciana tenía razón. Uchiha Akame era un shinobi poderoso. Esa técnica en particular —una que había presenciado sólo en una ocasión, allá en el torneo de los Dojos—. resultaba ser una cosa de locos. Aún era incapaz de concebir los entresijos de la misma, pero ahora podía entender por donde iban los tiros. La usó para llevarse a Ayame, Eri y Daruu a cientos de kilómetros tal y como se lo había contado el Amedama en su posterior reunión durante el viaje de regreso a Amegakure. Y ahora, con ella había salvado a Otohime de una muerte más que segura, dado que ni habiendo soltado su combinación de técnicas más poderosa, iba a poder parar el aliento de todos los habitantes del infierno mismo que acabaron por calcinar toda la montaña.
El escualo alzó la vista y vio a Zaide descendiendo con su águila, esa misma águila con la que se había encontrado en lo más alto del acantilado. Y ahora que tenía tiempo para recordar, ató los cabos necesarios para entender que había sido esa misma ave la que curiosamente le había robado el supuesto cadáver de Zaide, mientras volvía de Inaka. Kaido no tuvo más remedio que sonreír, entendiéndolo todo. Si es que iba a resultar que el puto Uchiha le había ayudado a llegar hasta el jodido país del Agua. ¡No te jode!
—Te sigo —dijo, yendo tras Kyutsuki.
—Ni que lo digas, Anciana, ni que lo digas —dijo, consciente de que una de sus motivaciones para sacar a Akame de aquél sucio rincón de Tanzaku Gai fue, desde luego, poder hacer uso de sus habilidades para su propio beneficio. Claro que no contaba que Akame se descarriara tan rápido a tomar sus propias decisiones —cosa de la que tenía que culparse, al ayudarlo a despejar su mente y cuerpo del omoide, con la que quizás, podría haberle tenido más controlado—. al punto de haber matado a Shaneji, por ejemplo, o incluso aliarse con Zaide.
Pero sí, la Anciana tenía razón. Uchiha Akame era un shinobi poderoso. Esa técnica en particular —una que había presenciado sólo en una ocasión, allá en el torneo de los Dojos—. resultaba ser una cosa de locos. Aún era incapaz de concebir los entresijos de la misma, pero ahora podía entender por donde iban los tiros. La usó para llevarse a Ayame, Eri y Daruu a cientos de kilómetros tal y como se lo había contado el Amedama en su posterior reunión durante el viaje de regreso a Amegakure. Y ahora, con ella había salvado a Otohime de una muerte más que segura, dado que ni habiendo soltado su combinación de técnicas más poderosa, iba a poder parar el aliento de todos los habitantes del infierno mismo que acabaron por calcinar toda la montaña.
El escualo alzó la vista y vio a Zaide descendiendo con su águila, esa misma águila con la que se había encontrado en lo más alto del acantilado. Y ahora que tenía tiempo para recordar, ató los cabos necesarios para entender que había sido esa misma ave la que curiosamente le había robado el supuesto cadáver de Zaide, mientras volvía de Inaka. Kaido no tuvo más remedio que sonreír, entendiéndolo todo. Si es que iba a resultar que el puto Uchiha le había ayudado a llegar hasta el jodido país del Agua. ¡No te jode!
—Te sigo —dijo, yendo tras Kyutsuki.