13/11/2019, 11:35
—¡Pero qué prodigio ni qué prodigia! —exclamó Daruu, rojo como un tomate—. Anda, chiquilla, tómate el batido y... y déjame un rato. —El chico rodeó la barra, tiró de la manga de Ayame y volvió a sentarse en la mesa en la que había estado hablando con la chūnin. Resopló, azorado, y apoyó una mano en la mejilla desviando la mirada hacia la pared.