14/11/2019, 19:16
Cuando Zaide habló, su voz sonó rota. Agrietada.
—Estabas muerto desde el principio, solo que no te diste cuenta. —Zaide jadeaba, pero incluso así consiguió arrastrar los pies en dirección al Gran Dragón. Hacia su cuerpo tirado en el suelo, hacia sus escamas hechas ceniza—. Desde que pensaste que intenté alcanzarte con un Hebi Mikazuchi cuando en verdad buscaba atraer las nubes. No, desde mucho antes —tuvo que corregirse—. Desde que mandaste matar a mis camaradas. Desde que me arrinconaste. Desde que asesinaste a mi hermana.
Llegó a sus pies. Le escupió un gargajo sanguinolento.
—¡¿Pensabas que iba a dejarlo pasar, huh?! ¡¿Qué haría la vista gorda?! —a medida que hablaba, su voz se iba encendiendo más y más, como si fuesen llamas alimentadas por una rabia tan negra como el petróleo—. ¡No soy capaz de dejar de verla! ¡Incluso sin omoide, no puedo dejar de verla!
A todas horas. En todas partes. Recordándole lo que había hecho. Recordándole lo que había dejado hacer. Y estaba cansado. Demasiado cansado. Con la única mano buena que le quedaba, tomó una Nage Ono, se arrodilló sobre el pecho de Ryū y le estampó el hacha en el cráneo. Con toda la fuerza que le quedaba, que era poca. Con toda la rabia acumulada, que era mucha. Con todo el peso que habían hundido sus hombros y constreñido su corazón por años, que, eso, era tan abismal como el universo.
Nada más hacerlo, algo dentro de él se alivió. Decían que las venganzas no servían para nada, y quizá no se sentía bien, pero sí más liviano. Como si acabase de quitarse una gran losa de encima, con la que había cargado tantos años que ni siquiera recordaba cómo era no tenerla. Rio, y el cielo despejado le devolvió la carcajada. Gritó, y el valle entero le devolvió el bramido de triunfo.
Se levantó, pero el hacha no quiso acompañarle. Estaba tan enterrada en el cráneo que se había quedado atascada. No, no era eso…
Era…
Era la mano del Gran Dragón. Que sujetaba el mango del filo y lo mantenía a milímetros de su frente. Ryū tomó el antebrazo de Zaide y, esta vez, se lo retorció tras su espalda, estampándole la cara en el suelo. No iba a cometer el error de mirarle de nuevo a los ojos.
—Caíste en tu propio truco, Zaide. —La voz de Ryū sonó más fuerte y más gutural que nunca. Las escamas de su cuerpo caían hechas ceniza, y todo chakra de Senjutsu había desaparecido de su cuerpo. Tenía la piel quemada y magulladuras por todo el cuerpo, pero estaba vivo. Claro que estaba vivo. ¿Acaso alguien lo había dudado? —. Darme por muerto.
Zaide intentó revolverse. Su mano libre estaba rota, y la buena firmemente sujetada con la fuerza de unas tenazas de toneladas de peso. Probó a ejecutar el Nagashi, pero justo en ese momento Ryū tiró todavía más fuerte de su brazo y le dislocó el hombro, arrancándole alaridos de dolor. Pataleó, gruñó, comió sal y vio su cara estampada contra el suelo una, y otra, y otra vez.
Supo que iba a morir, y extrañamente eso le relajó. Dicen que, antes de morir, la gente rememora en flashes toda su vida. Que ve pasar ante sus ojos los momentos más importantes y felices, en imágenes fugaces.
Zaide no vio nada de eso, pero sí tenía la certeza de que, por un momento, descansaría. Era lo que tanto quería su hermana. Era lo que tanto llevaba él ansiando.
Harto de machacarle la cabeza, Ryū alargó un brazo para tomar el hacha que estaba tirada en el suelo. Se detuvo en el último instante, sin embargo. Había jurado, cuando era otro hombre, con otro nombre, nunca volver a empuñar un arma con filo.
Pensaba seguir siendo fiel a su promesa.
Además, no la necesitaba. En su lugar, llevó ambas manos a la cabeza del Uchiha mientras hundía la rodilla en su espalda y tiró con brusquedad hacia un lado.
Por unos largos segundos, Otohime había creído vencedor a Zaide. Por un momento, le había visto alzándose victorioso. Entonces vio una vértebra sobresaliendo del cuello roto del Uchiha, y lo recordó. Recordó que aquello no era ningún cuento. Ni ningún anime para críos.
En la vida real, aquel que empezaba mal un combate, lo continuaba peor y seguía contra las cuerdas hacia el final, no hacía una épica e inesperada remontada. Eso estaba muy trillado en las películas, pasaba casi siempre, pero curiosamente casi nunca sucedía así en la realidad. En la vida de verdad, el pez grande se comía al pequeño. El fuerte machaba al débil. El poderoso ganaba al pobre.
Y nunca en la vida había visto a un ninja más grande, más fuerte y más poderoso que el Gran Dragón.
Ryū apoyó los pies sobre el cadáver del Uchiha, posó las zarpas bajo su mandíbula y tiró con fuerza. El cuello de Zaide resistió unos segundos antes de estirarse y separarse del torso como mantequilla arrancada. Ryū tomó la cabeza por la barba con una mano, y caminó hacia ellos como quien sujeta un bote de pintura roja y se le va desparramando por llevarlo muy lleno, manchando el lienzo en blanco que era el suelo de un río carmesí.
Se frenó frente a Kaido, y le enseñó la cabeza.
—Cómo enfrentarte a los ojos de un Uchiha; y cómo asegurarte de que le has vencido —dijo, repitiéndole las palabras de la noche anterior—. ¿Aprendiste la lección?
—Estabas muerto desde el principio, solo que no te diste cuenta. —Zaide jadeaba, pero incluso así consiguió arrastrar los pies en dirección al Gran Dragón. Hacia su cuerpo tirado en el suelo, hacia sus escamas hechas ceniza—. Desde que pensaste que intenté alcanzarte con un Hebi Mikazuchi cuando en verdad buscaba atraer las nubes. No, desde mucho antes —tuvo que corregirse—. Desde que mandaste matar a mis camaradas. Desde que me arrinconaste. Desde que asesinaste a mi hermana.
Llegó a sus pies. Le escupió un gargajo sanguinolento.
—¡¿Pensabas que iba a dejarlo pasar, huh?! ¡¿Qué haría la vista gorda?! —a medida que hablaba, su voz se iba encendiendo más y más, como si fuesen llamas alimentadas por una rabia tan negra como el petróleo—. ¡No soy capaz de dejar de verla! ¡Incluso sin omoide, no puedo dejar de verla!
A todas horas. En todas partes. Recordándole lo que había hecho. Recordándole lo que había dejado hacer. Y estaba cansado. Demasiado cansado. Con la única mano buena que le quedaba, tomó una Nage Ono, se arrodilló sobre el pecho de Ryū y le estampó el hacha en el cráneo. Con toda la fuerza que le quedaba, que era poca. Con toda la rabia acumulada, que era mucha. Con todo el peso que habían hundido sus hombros y constreñido su corazón por años, que, eso, era tan abismal como el universo.
Nada más hacerlo, algo dentro de él se alivió. Decían que las venganzas no servían para nada, y quizá no se sentía bien, pero sí más liviano. Como si acabase de quitarse una gran losa de encima, con la que había cargado tantos años que ni siquiera recordaba cómo era no tenerla. Rio, y el cielo despejado le devolvió la carcajada. Gritó, y el valle entero le devolvió el bramido de triunfo.
Se levantó, pero el hacha no quiso acompañarle. Estaba tan enterrada en el cráneo que se había quedado atascada. No, no era eso…
Era…
Era la mano del Gran Dragón. Que sujetaba el mango del filo y lo mantenía a milímetros de su frente. Ryū tomó el antebrazo de Zaide y, esta vez, se lo retorció tras su espalda, estampándole la cara en el suelo. No iba a cometer el error de mirarle de nuevo a los ojos.
—Caíste en tu propio truco, Zaide. —La voz de Ryū sonó más fuerte y más gutural que nunca. Las escamas de su cuerpo caían hechas ceniza, y todo chakra de Senjutsu había desaparecido de su cuerpo. Tenía la piel quemada y magulladuras por todo el cuerpo, pero estaba vivo. Claro que estaba vivo. ¿Acaso alguien lo había dudado? —. Darme por muerto.
Zaide intentó revolverse. Su mano libre estaba rota, y la buena firmemente sujetada con la fuerza de unas tenazas de toneladas de peso. Probó a ejecutar el Nagashi, pero justo en ese momento Ryū tiró todavía más fuerte de su brazo y le dislocó el hombro, arrancándole alaridos de dolor. Pataleó, gruñó, comió sal y vio su cara estampada contra el suelo una, y otra, y otra vez.
Supo que iba a morir, y extrañamente eso le relajó. Dicen que, antes de morir, la gente rememora en flashes toda su vida. Que ve pasar ante sus ojos los momentos más importantes y felices, en imágenes fugaces.
Zaide no vio nada de eso, pero sí tenía la certeza de que, por un momento, descansaría. Era lo que tanto quería su hermana. Era lo que tanto llevaba él ansiando.
Harto de machacarle la cabeza, Ryū alargó un brazo para tomar el hacha que estaba tirada en el suelo. Se detuvo en el último instante, sin embargo. Había jurado, cuando era otro hombre, con otro nombre, nunca volver a empuñar un arma con filo.
Pensaba seguir siendo fiel a su promesa.
Además, no la necesitaba. En su lugar, llevó ambas manos a la cabeza del Uchiha mientras hundía la rodilla en su espalda y tiró con brusquedad hacia un lado.
¡Crrrrrraaaaaack!
Por unos largos segundos, Otohime había creído vencedor a Zaide. Por un momento, le había visto alzándose victorioso. Entonces vio una vértebra sobresaliendo del cuello roto del Uchiha, y lo recordó. Recordó que aquello no era ningún cuento. Ni ningún anime para críos.
En la vida real, aquel que empezaba mal un combate, lo continuaba peor y seguía contra las cuerdas hacia el final, no hacía una épica e inesperada remontada. Eso estaba muy trillado en las películas, pasaba casi siempre, pero curiosamente casi nunca sucedía así en la realidad. En la vida de verdad, el pez grande se comía al pequeño. El fuerte machaba al débil. El poderoso ganaba al pobre.
Y nunca en la vida había visto a un ninja más grande, más fuerte y más poderoso que el Gran Dragón.
Ryū apoyó los pies sobre el cadáver del Uchiha, posó las zarpas bajo su mandíbula y tiró con fuerza. El cuello de Zaide resistió unos segundos antes de estirarse y separarse del torso como mantequilla arrancada. Ryū tomó la cabeza por la barba con una mano, y caminó hacia ellos como quien sujeta un bote de pintura roja y se le va desparramando por llevarlo muy lleno, manchando el lienzo en blanco que era el suelo de un río carmesí.
Se frenó frente a Kaido, y le enseñó la cabeza.
—Cómo enfrentarte a los ojos de un Uchiha; y cómo asegurarte de que le has vencido —dijo, repitiéndole las palabras de la noche anterior—. ¿Aprendiste la lección?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado