14/11/2019, 19:22
Las mujeres continuaron con su animada charla hasta que Kisame las abordó, educado. Eran cuatro, todas de aspecto y complexión similar —la escasa población de aquellos pueblecitos ribereños hacía que al final más de uno, y de dos, acabaran emparentados—, que vestían con kimonos sencillos y gastados. Examinaron con poco decoro al muchacho de arriba a abajo, y por sus expresiones parecía claro que la imagen de Kisame no les había entrado por los ojos. ¿Cómo extrañarse? Al fin y al cabo aquel jovencito escuálido y soseras no era lo que se decía Mr. Popularidad.
Tres de las señoras empezaron a cuchichear entre ellas con poco disimulo, probablemente preguntándose por qué un ninja de la Lluvia se encontraba allí. Sin embargo, la cuarta tomó el volante de papel de manos del genin —casi arrancándoselo, con poco cuidado— y lo examinó durante un rato.
—¡Tate! ¿Éste no es... No crees tú que se parece al chiquillo de la Alia?
La señora que estaba a su lado viró la testa, curiosa, prestando atención, ahora sí, al retrato dibujado en el papel. Sus ojos recorrieron las facciones del muchacho una y otra vez, al tiempo que sus labios se torcían en una mueca de indecisión.
—Pues no sé yo eh... —terció finalmente—. Yo creo que era más guapo. ¿Y ese peinao'?
Sin embargo, su contraparte parecía tenerlo claro.
—¡Que sí, que sí! Que te lo digo yo, mujer, que para estas cosas tengo un ojo de halcón. Este es el niño de la Alia.
Las otras dos se unieron pronto a la discusión, argumentado cada una, enardecidamente, por qué o por qué no aquel muchacho cuyo rostro estaba impreso en el volante era el hijo de una tal "Alia".
Tres de las señoras empezaron a cuchichear entre ellas con poco disimulo, probablemente preguntándose por qué un ninja de la Lluvia se encontraba allí. Sin embargo, la cuarta tomó el volante de papel de manos del genin —casi arrancándoselo, con poco cuidado— y lo examinó durante un rato.
—¡Tate! ¿Éste no es... No crees tú que se parece al chiquillo de la Alia?
La señora que estaba a su lado viró la testa, curiosa, prestando atención, ahora sí, al retrato dibujado en el papel. Sus ojos recorrieron las facciones del muchacho una y otra vez, al tiempo que sus labios se torcían en una mueca de indecisión.
—Pues no sé yo eh... —terció finalmente—. Yo creo que era más guapo. ¿Y ese peinao'?
Sin embargo, su contraparte parecía tenerlo claro.
—¡Que sí, que sí! Que te lo digo yo, mujer, que para estas cosas tengo un ojo de halcón. Este es el niño de la Alia.
Las otras dos se unieron pronto a la discusión, argumentado cada una, enardecidamente, por qué o por qué no aquel muchacho cuyo rostro estaba impreso en el volante era el hijo de una tal "Alia".