14/11/2019, 20:00
Mientras Zaide saboreaba su victoria, escupiendo en forma de improperios e insultos hacia el —supuestamente— derrotado Ryu todo el veneno que guardaba dentro, Akame no podía evitar entrecerrar los ojos con un sentimiento creciente de... Inquietud. Como un sexto sentido desarrollado a base de enfrentar a la muerte cara a cara y vivir para contarlo, el joven Uchiha sentía que su primo lejano estaba cometiendo un gravísimo error. Ryu todavía vivía, podía ver su chakra arremolinándose alrededor de su cuerpo de montaña, como un manto protector. "Hasta el rabo, todo es toro", había oído decir una vez a un labriego de Minori.
Qué sentido tan literal iba a cobrar aquel dicho popular.
Akame ni siquiera encontró fuerzas para intervenir cuando sucedió la tragedia. Ryu machaba a su contrincante sin piedad, con aquella fiereza que le caracterizaba. Parecía un toro, esta vez sí, embravecido y furioso; le faltaba echar humo por la nariz. Durante los instantes que duró aquella grotesca escena, el joven renegado se obligó a no apartar la vista ni un instante; él no era, aun así, muchacho escrupuloso... Pero lo sanguinario del trofeo de Ryu habría sido capaz de arrancarle una arcada hasta al ninja más veterano. Sosteniendo la cabeza arrancada de su enemigo —tal y como Akame había hecho con la de Shaneji días atrás—, el Gran Dragón reafirmó su supremacía sobre aquella banda. Sobre todo lo que sus ojos podían ver. Y el joven uzujin grabó aquella imagen a fuego en su retina: la cara descompuesta de aquel rostro sin vida, la sangre goteando de su cuello desmembrado.
Era el recuerdo de una lección muy valiosa: los errores se pagan caros. Akame se aseguró de no olvidar nunca aquello.
Qué sentido tan literal iba a cobrar aquel dicho popular.
Akame ni siquiera encontró fuerzas para intervenir cuando sucedió la tragedia. Ryu machaba a su contrincante sin piedad, con aquella fiereza que le caracterizaba. Parecía un toro, esta vez sí, embravecido y furioso; le faltaba echar humo por la nariz. Durante los instantes que duró aquella grotesca escena, el joven renegado se obligó a no apartar la vista ni un instante; él no era, aun así, muchacho escrupuloso... Pero lo sanguinario del trofeo de Ryu habría sido capaz de arrancarle una arcada hasta al ninja más veterano. Sosteniendo la cabeza arrancada de su enemigo —tal y como Akame había hecho con la de Shaneji días atrás—, el Gran Dragón reafirmó su supremacía sobre aquella banda. Sobre todo lo que sus ojos podían ver. Y el joven uzujin grabó aquella imagen a fuego en su retina: la cara descompuesta de aquel rostro sin vida, la sangre goteando de su cuello desmembrado.
Era el recuerdo de una lección muy valiosa: los errores se pagan caros. Akame se aseguró de no olvidar nunca aquello.