16/11/2019, 16:44
Sin embargo, cuando Ayame miró a Daruu, no vio al tímido y afable muchacho al que conocía, sino a un monstruo; el Byakugan marcando las venas de su cara como si el dōjutsu tuviese un control de volumen con la ruedecilla rota y enganchada al máximo; el rostro enrojecido, los dientes apretados. De inmediato, el jōnin apartó la silla hacia atrás, volcándola en el suelo, y tropezó con un par de mesas mientras salía corriendo hacia la ventana.
Saltó a través de la cristalera rota sin importar que pudiera cortarse con el vidrio, en un impresionante e insospechado movimiento de parkour a toda velocidad.
—¡PUTO BICHO ASQUEROSO, NADIE LE HACE ESTO A LA CAFETERÍA DE MAMÁ! —Gritó. Cayó a la acera dando una voltereta. Se recompuso, y se lanzó a la carrera persiguiendo al puerco—. ¡Ven aquí, hijo de la gran putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...!
Saltó a través de la cristalera rota sin importar que pudiera cortarse con el vidrio, en un impresionante e insospechado movimiento de parkour a toda velocidad.
—¡PUTO BICHO ASQUEROSO, NADIE LE HACE ESTO A LA CAFETERÍA DE MAMÁ! —Gritó. Cayó a la acera dando una voltereta. Se recompuso, y se lanzó a la carrera persiguiendo al puerco—. ¡Ven aquí, hijo de la gran putaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...!