16/11/2019, 19:52
Ryū supo que iba a quejarse antes siquiera de verla abrir la boca.
—¿Tenías que hacerlo? —preguntó, con cierto tono arisco, la Anciana—. Lo tenías subyugado, a tu merced. Ha sido una temeridad con todo lo que nos estamos jugando.
Ryū se llevó una mano de forma parsimoniosa al portaobjetos y se echó una píldora roja a la boca. Su nuez bajó por la garganta como el desprendimiento de un acantilado.
—Sé que no me estás cuestionando, porque eso sería una osadía tras todo lo que sacrifiqué por Dragón Rojo. —Cuestionarle era precisamente lo que había intentado hacer. Y lo que era peor: delante del resto—. ¿Qué tratas de decirme, Anciana? Todos visteis que no iba a parar hasta matarme. Era él, o yo.
Miró a todos y cada uno de los presentes, por si a alguien se le ocurría contradecirle. Aún tras la batalla que acababa de librar, le quedaba más chakra que cualquiera de ellos. Si alguien quería decirle algo, estaba más que preparado para responder.
—Murió en combate, luchando por lo que amaba. Sé que no habría deseado muerte mejor que esa. Un digno adversario, y como tal le honro. —Era sincero en sus palabras. Probablemente había sido el rival más fuerte al que se había enfrentado jamás. Merecía su respeto por ello—. Le enterraremos en el pico de la montaña más alta, estoy seguro de que le hubiese gustado. Mas su fuerza permanecerá con nosotros. Por siempre.
Quizá alguno pensase que lo decía metafóricamente. Más bien, el nuevo. Akame. El resto sabía que él no era de jugar con las palabras.
—Kyūtsuki, date prisa y extrae sus ojos. Ponlos en los frascos que te pedí que trajeses. Otohime, séllalos en mi cuerpo. Me quedaré con el derecho; ya veremos qué hacer con el izquierdo.
—Pero…
—¿No es extraño? —inquirió Otohime, con el rostro confuso. Kaido, por su parte, no paraba de mirar a los lados, arriba e incluso abajo, buscando algo que no encontraba—. Su cuerpo… no ha ardido. —Ni habían experimentado las últimas emociones del Uchiha.
Ryū frunció el ceño. Levantó la mano que sujetaba el cráneo y, allí…
Allí…
........No había cabeza.
.....No había cabeza.
......................................................................No había cabeza.
....................No había cabeza.
........ No había cabeza.
.............................................No había cabeza.
..........................................................................................................No había cabeza.
.................................... No había cabeza.
.....NO HABÍA CABEZA.
¡¡¡Zzzzzzssssssssssssssssssttttt!!!
Una lanza dorada penetró en su espalda, atravesó carne, músculo y huesos y salió por su pecho, continuando su camino hasta el rostro de Kaido y atravesando también su cara azul si no hacía nada por remediarlo.
—¿Có… mo? —Quiso saber, llevándose una mano al orificio del pecho y embadurnándose con su propia sangre—. ¿Có…?
No pudo terminar la frase. La lanza se dividió en múltiples cuchillas que le hicieron un destrozo en el torso. Lo último que sintió fue un golpe en la corva para que sus rodillas saludasen el suelo, y una bota sobre su cabeza para que sus labios besasen la sal.
Akame era el que mejor podía haberlo visto. Su Sharingan no mentía. Nunca. Y sus ojos le habían dicho que el cabrón de Zaide estaba muerto. Que la cabeza que había colgado en el aire era la suya, que su cuerpo había perecido, y que el chakra que bañaba su sistema se había secado como un árbol en el desierto. No podía haber sido una ilusión. Ni treta alguna. Y, aún así…
Aún así ahí estaba, sobre el cuerpo de Ryū, como un alpinista sobre el pico de una montaña que no había sido coronada en la vida. Con el hombro dislocado; los dedos por los que había filtrado el Chidori Eisō rotos; y un rostro tan machacado que era un amasijo de bultos sanguinolentos. Pero sus ojos seguían brillando entre la oscuridad. Uno tan carmesí que a su lado la sangre palidecía; otro tan blanco que destacaba como un copo de nieve virgen recién caído en una herida abierta.
Hacía no tanto, Akame le había puesto cierto apodo. Nunca uno había definido tan bien a su persona: Zaide, El que no se muere.
—Aiza… vive.
Se aseguró de que nadie ponía objeción mirándolos a los ojos uno a uno. Si la mirada de Ryū había sido altiva pero calmada y sosegada, como la de un oso que se sabe superior y no le importa que le devuelvas la mirada siempre y cuando no le toques los cojones, la de Zaide era todo lo contrario. Era la mirada de un viejo perro de pelea, apaleado y medio ciego. Era la de un animal contra las cuerdas, medio muerto y con la rabia. No, no estaba calmado. No, no estaba sosegado. De hecho, era precisamente eso lo que daba miedo de sus ojos. Que transmitían que ni siquiera él mismo sabía lo que iba a hacer en el próximo latido, y que le importaba una mierda no saberlo.
Por último, miró al grandullón por si tenía algo que decir. No fue el caso.
—¿Sabéis lo que es un Águila de Sangre? —Torció la boca ensangrentada en lo que se intuía una sonrisa. Era difícil saberlo con tantos moratones, hinchazones y sangre—. Es...
»Hu…h.
No pudo explicárselo. Cayó como un saco de patatas, desplomándose en el suelo. Akame pudo ver porqué: había gastado tanto chakra en aquella última técnica que a duras penas le quedaba para que su cuerpo pudiese seguir respirando. Que hubiese aguantado de pie aquellos pocos segundos, de hecho, era un pequeño milagro.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado