18/11/2019, 14:47
(Última modificación: 18/11/2019, 14:48 por Uchiha Datsue.)
Otohime se había llevado una mano a la boca, soltando el brazo de Akame por primera vez y ahogando un chillido. ¿Qué coño acababa de pasar? Sus ojos le decían una cosa, pero su mente le replicaba que eso era imposible. Que escapaba a la razón, a la lógica, a lo que ella tenía entendido como realidad.
Mas ella había sido la primera en darse cuenta que el cadáver de Zaide no ardió. Mas ella había sido la primera en darse cuenta que no rememoraron sus últimas emociones. Había visto la cabeza decapitada del Uchiha, y el chorro de sangre que fue dejando a su paso, y ahora ya no estaban. Como un maldito espejismo en el desierto.
—Kaido… —Apoyó una mano en su hombro, en un intento de consuelo. ¿Qué más daba quién merecía o no ser considerado vencedor? Uno estaba muerto; el otro no. Pero sabía que para Kaido sí era importante, y por eso calló al respecto—. Kaido, no hay nada que hacer. No hay nada que hacer…
Su mano le dijo lo mismo: no hay nada que hacer. Las yemas de sus dedos buscaron una señal de vida, un pulso, algo. Encontraron la carótida en el cuello de Ryū y trataron de sentir esa leve contracción. Ese bombeo. Lo que fuese.
Más hubiese notado al tocar una fría lápida.
Más hubiese sentido al rozar un fantasma.
Mejores noticias hubiese encontrado buscando en los ojos de un Tengu.
—Kaido… Kaido… —oía que trataba de llamarle Otohime—. Tenemos que vendarte esa herida. Vas a desangrarte como sigas así.
Era inútil mantener la esperanza. Por mucho que lo intentase, sus dedos no sentían nada.
Nada…
Nada.
De hecho, ahora que se paraba en ello, no sentía literalmente nada. No se quemaba por un fuego que no estaba y debería. No notaba la brisa entre su dedos. Ni la piel. Joder, si es que por no sentir, ¡no sentía ni su propia mano! Alguien había agarrado su antebrazo y le apretaba con tanta fuerza que le había cortado la circulación sanguínea. Lo que le había aprisionado no podía considerarse una mano, porque eso sería como llamar martillo a un Dai Tsuchi. O culebrilla a un dragón. O puño a una maldita zarpa de titanio negra.
Joder…
Joder.
—¿Alguien de aquí es médico? Están vivos, pero no creo que duren mucho más. Necesitan atención médica urgente.
Vaya que si estaba vivo. ¡Vaya que si estaba vivo! Tenía un boquete abierto entre pecho y espalda, como mínimo tenía reventado un pulmón, ¡y aquel bastardo le acababa de agarrar del brazo, negándose a morir! Tenía una herida mortal, había llegado su maldita hora, ¡y era como si la mismísima Izanami le otorgase un tiempo extra porque tenía demasiado miedo de acercarse a él para reclamar su alma!
—¡Kyūtsuki! —bramó la Anciana, cuando esta no reaccionó a las palabras de Akame.
La kunoichi voló hacia la montaña de ébano y, con cuidado, le dio la vuelta al cuerpo para que estuviese boca arriba. Desde ese lado, la herida se veía todavía más fea. Se podían apreciar las costillas rotas, la sangre brotando sin control, y un pulmón con un enorme boquete en el centro y agujereado por todas partes.
Tendría que estar muerto.
Tendría que haber cruzado ya el umbral del Yomi.
Pero ahí estaba. Inconsciente, pero vivo, y con una mano apresando a Kaido por puro reflejo.
—¡Qué haces ahí parada! ¡Haz algo, coño!
Kyūtsuki tardó unos largos segundos en salir de su trance. De sus manos empezó a brotar una luz del color del césped recién cortado. De la naturaleza. De la vida.
—Tiene el puto pulmón derecho colapsado y reventado. Necesito… Necesito tiempo. —Se sacó una píldora del portaobjetos—. Una píldora estimuladora de sangre. Toma. Haz que se la trague —pidió a Kaido, mientras seguía intentando tratar aquella herida con una técnica que a todas luces era insuficiente.
—¡Kyūtsuki, tienes que salvarle! ¡No podemos perderle! ¡No ahora! ¡Haz algo! ¡Lo que sea! ¡Lo…!
—¡Cállate, joder, cállate! —le espetó, iracunda. Nunca la habían visto estallar así—. ¡Curar a los demás no es mi puta especialidad! ¡Necesito concentrarme!
Aún oculta tras su máscara camaleónica, a Kyūtsuki se la veía nerviosa. Sus guantes aterciopelados no ocultaban el temblor de sus manos, y la duda asomaba en cada uno de sus inacabas decisiones. ¿Ocuparse primero del pulmón? ¿Estabilizar las otras heridas? ¿Comprobar otros daños?
Si alguna vez había tratado una herida semejante, se notaba que no había sido en los últimos años.
—El corazón y su pulmón izquierdo parecen estar ilesos.
—¡Bien!
—Pero el pulmón derecho…
—¿Puedes regenerarlo, no? Coño, hay gente que hasta recupera ojos perdidos. ¡Ojos! —exclamó, repentinamente optimista.
—El Chikatsu Saisei no Jutsu. Una técnica cuya tasa de éxito ya no suele ser muy elevada de por sí. Y yo no la he usado en un paciente real en la vida. Y además se recomienda de cuatro a ocho personas para su ejecución.
La noticia cayó como un jarro de agua congelada en la Anciana y Otohime.
—B-bueno… Pero el menos no… Al menos no tienes que regenerar tooodo el pulmón, ¿no? Te será más fácil…
Se produjo un tenso silencio, interrumpido únicamente por una respiración rota y frágil de Ryū. Era como escuchar a un terminal de cáncer de pulmón en sus últimos minutos de vida.
Mas ella había sido la primera en darse cuenta que el cadáver de Zaide no ardió. Mas ella había sido la primera en darse cuenta que no rememoraron sus últimas emociones. Había visto la cabeza decapitada del Uchiha, y el chorro de sangre que fue dejando a su paso, y ahora ya no estaban. Como un maldito espejismo en el desierto.
—Kaido… —Apoyó una mano en su hombro, en un intento de consuelo. ¿Qué más daba quién merecía o no ser considerado vencedor? Uno estaba muerto; el otro no. Pero sabía que para Kaido sí era importante, y por eso calló al respecto—. Kaido, no hay nada que hacer. No hay nada que hacer…
Su mano le dijo lo mismo: no hay nada que hacer. Las yemas de sus dedos buscaron una señal de vida, un pulso, algo. Encontraron la carótida en el cuello de Ryū y trataron de sentir esa leve contracción. Ese bombeo. Lo que fuese.
Más hubiese notado al tocar una fría lápida.
Más hubiese sentido al rozar un fantasma.
Mejores noticias hubiese encontrado buscando en los ojos de un Tengu.
—Kaido… Kaido… —oía que trataba de llamarle Otohime—. Tenemos que vendarte esa herida. Vas a desangrarte como sigas así.
Era inútil mantener la esperanza. Por mucho que lo intentase, sus dedos no sentían nada.
Nada…
Nada.
De hecho, ahora que se paraba en ello, no sentía literalmente nada. No se quemaba por un fuego que no estaba y debería. No notaba la brisa entre su dedos. Ni la piel. Joder, si es que por no sentir, ¡no sentía ni su propia mano! Alguien había agarrado su antebrazo y le apretaba con tanta fuerza que le había cortado la circulación sanguínea. Lo que le había aprisionado no podía considerarse una mano, porque eso sería como llamar martillo a un Dai Tsuchi. O culebrilla a un dragón. O puño a una maldita zarpa de titanio negra.
Joder…
Joder.
—¿Alguien de aquí es médico? Están vivos, pero no creo que duren mucho más. Necesitan atención médica urgente.
Vaya que si estaba vivo. ¡Vaya que si estaba vivo! Tenía un boquete abierto entre pecho y espalda, como mínimo tenía reventado un pulmón, ¡y aquel bastardo le acababa de agarrar del brazo, negándose a morir! Tenía una herida mortal, había llegado su maldita hora, ¡y era como si la mismísima Izanami le otorgase un tiempo extra porque tenía demasiado miedo de acercarse a él para reclamar su alma!
—¡Kyūtsuki! —bramó la Anciana, cuando esta no reaccionó a las palabras de Akame.
La kunoichi voló hacia la montaña de ébano y, con cuidado, le dio la vuelta al cuerpo para que estuviese boca arriba. Desde ese lado, la herida se veía todavía más fea. Se podían apreciar las costillas rotas, la sangre brotando sin control, y un pulmón con un enorme boquete en el centro y agujereado por todas partes.
Tendría que estar muerto.
Tendría que haber cruzado ya el umbral del Yomi.
Pero ahí estaba. Inconsciente, pero vivo, y con una mano apresando a Kaido por puro reflejo.
Nuevo atributo de Ryū descubierto:
Voluntad 80
Voluntad 80
—¡Qué haces ahí parada! ¡Haz algo, coño!
Kyūtsuki tardó unos largos segundos en salir de su trance. De sus manos empezó a brotar una luz del color del césped recién cortado. De la naturaleza. De la vida.
—Tiene el puto pulmón derecho colapsado y reventado. Necesito… Necesito tiempo. —Se sacó una píldora del portaobjetos—. Una píldora estimuladora de sangre. Toma. Haz que se la trague —pidió a Kaido, mientras seguía intentando tratar aquella herida con una técnica que a todas luces era insuficiente.
—¡Kyūtsuki, tienes que salvarle! ¡No podemos perderle! ¡No ahora! ¡Haz algo! ¡Lo que sea! ¡Lo…!
—¡Cállate, joder, cállate! —le espetó, iracunda. Nunca la habían visto estallar así—. ¡Curar a los demás no es mi puta especialidad! ¡Necesito concentrarme!
Aún oculta tras su máscara camaleónica, a Kyūtsuki se la veía nerviosa. Sus guantes aterciopelados no ocultaban el temblor de sus manos, y la duda asomaba en cada uno de sus inacabas decisiones. ¿Ocuparse primero del pulmón? ¿Estabilizar las otras heridas? ¿Comprobar otros daños?
Si alguna vez había tratado una herida semejante, se notaba que no había sido en los últimos años.
—El corazón y su pulmón izquierdo parecen estar ilesos.
—¡Bien!
—Pero el pulmón derecho…
—¿Puedes regenerarlo, no? Coño, hay gente que hasta recupera ojos perdidos. ¡Ojos! —exclamó, repentinamente optimista.
—El Chikatsu Saisei no Jutsu. Una técnica cuya tasa de éxito ya no suele ser muy elevada de por sí. Y yo no la he usado en un paciente real en la vida. Y además se recomienda de cuatro a ocho personas para su ejecución.
La noticia cayó como un jarro de agua congelada en la Anciana y Otohime.
—B-bueno… Pero el menos no… Al menos no tienes que regenerar tooodo el pulmón, ¿no? Te será más fácil…
Se produjo un tenso silencio, interrumpido únicamente por una respiración rota y frágil de Ryū. Era como escuchar a un terminal de cáncer de pulmón en sus últimos minutos de vida.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado