18/11/2019, 20:09
En las batallas reales, el paso de un sólo segundo podía acarrear consecuencias extensibles a días, meses o años. Reiji estaba a punto de aprender esa lección por las malas.
El siseo de la tela explosiva comenzó cuando el muchacho ensartó al hombre de blanco con su espada. A cubierto del impacto, los ojos verdes de Reiji se cruzaron con una mirada cargada de miedo. Esta vez no de un enemigo. La guerra no entendía de enemigos ni de amigos. Eran los ojillos pequeños de un enorme Katsudon, que ahora parecía haber encogido un metro. El hombretón tragó saliva y cruzó los brazos cubriéndose.
Boom. El sello explosivo estalló despegando los pies de Reiji del suelo y calcinando la cara y el cuerpo del hombre al que había atravesado con su hoja. El desagradable y dulzón olor de la piel y la carne humana carbonizada llegó a su nariz justo antes del golpe contra el cristal. Él y el shinobi desconocido atravesaron la ventana y rodaron por la nieve. Las manos de Reiji se aflojaron del mango de su espada y se desvió, chocándose contra una fuente. A poco más de cinco metros de él, la estructura de la vieja posada abandonada cedió; los pilares crujieron. Como un castillo de naipes siendo derribado por el viento, las placas de arcilla y madera del tejado cayeron, una a una, y finalmente el edificio sepultó a Katsudon y al otro shinobi de la bandana de las nieves.
¿Lo siguiente? Gritos. Pasos apresurados en la nieve. Susurros y exclamaciones de sorpresa y terror. Tres katanas brillando con un extraño chakra azul y apuntándole directamente.
—¿¡É ba baado qi!? ¿¡É habéis beio aaer!? —Reiji escuchaba un altísimo pitido en los oídos por culpa del sello explosivo, y todo el cuerpo le dolía. Apenas entendió las palabras de la mujer que se dirigía hacia él.
El siseo de la tela explosiva comenzó cuando el muchacho ensartó al hombre de blanco con su espada. A cubierto del impacto, los ojos verdes de Reiji se cruzaron con una mirada cargada de miedo. Esta vez no de un enemigo. La guerra no entendía de enemigos ni de amigos. Eran los ojillos pequeños de un enorme Katsudon, que ahora parecía haber encogido un metro. El hombretón tragó saliva y cruzó los brazos cubriéndose.
Boom. El sello explosivo estalló despegando los pies de Reiji del suelo y calcinando la cara y el cuerpo del hombre al que había atravesado con su hoja. El desagradable y dulzón olor de la piel y la carne humana carbonizada llegó a su nariz justo antes del golpe contra el cristal. Él y el shinobi desconocido atravesaron la ventana y rodaron por la nieve. Las manos de Reiji se aflojaron del mango de su espada y se desvió, chocándose contra una fuente. A poco más de cinco metros de él, la estructura de la vieja posada abandonada cedió; los pilares crujieron. Como un castillo de naipes siendo derribado por el viento, las placas de arcilla y madera del tejado cayeron, una a una, y finalmente el edificio sepultó a Katsudon y al otro shinobi de la bandana de las nieves.
¿Lo siguiente? Gritos. Pasos apresurados en la nieve. Susurros y exclamaciones de sorpresa y terror. Tres katanas brillando con un extraño chakra azul y apuntándole directamente.
—¿¡É ba baado qi!? ¿¡É habéis beio aaer!? —Reiji escuchaba un altísimo pitido en los oídos por culpa del sello explosivo, y todo el cuerpo le dolía. Apenas entendió las palabras de la mujer que se dirigía hacia él.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es