19/11/2019, 14:06
A Uchiha Akame casi se le desconyuntó la mandíbula al ver cómo el cuerpo de Ryu, aun carente de consciencia propia, lanzaba una manaza rápida como el rayo para agarrar a Kaido como si quisiera todavía cobrarse su victoria con la presa más cercana. «Menuda bestia», pensó el Uchiha por enésima vez durante aquel encuentro, aquella batalla de titanes que se había saldado con una victoria poco clara y muy ajustada. El exjōnin quedó unos segundos absortos, mirando cómo el resto de los Ryutō presentes se arremolinaban en torno al Gran Dragón como un enjambre de abejas obreras con el único propósito de salvarle la vida.
Sin embargo, todos ellos se habían olvidado del ganador del Kaji Saiban. Un hombre maltrecho también, que yacía no muy lejos del propio Ryu, derrumbado sobre la halita.
—¡Zaide...! —llamó Akame, inútilmente, tratando de que alguien le prestara primeros auxilios también al otro.
Pero luego entendió que nadie iba a ocuparse de él. Bajó la cabeza y apretó los puños: «si quieres que algo salga bien...» Se agachó sobre el cuerpo inerte de su pariente lejano, agarrándole de la camisa. El Sharingan de su ojo izquierdo adoptó la forma de una espiral. «... tienes que hacerlo tú mismo.»
—¡¡MONEY!!
Un grito desesperado de auxilio hendió el aire cargado de humo y rompió el ambiente taciturno del despacho del contable de Sekiryuu. Akame se incorporó mientras dejaba el cuerpo de Zaide sobre el suelo, con cuidado de que no se golpeara la cabeza, y empezaba a vocear el nombre del propietario.
—¡Money! ¡Un médico, joder, necesito un médico!
Sin embargo, todos ellos se habían olvidado del ganador del Kaji Saiban. Un hombre maltrecho también, que yacía no muy lejos del propio Ryu, derrumbado sobre la halita.
—¡Zaide...! —llamó Akame, inútilmente, tratando de que alguien le prestara primeros auxilios también al otro.
Pero luego entendió que nadie iba a ocuparse de él. Bajó la cabeza y apretó los puños: «si quieres que algo salga bien...» Se agachó sobre el cuerpo inerte de su pariente lejano, agarrándole de la camisa. El Sharingan de su ojo izquierdo adoptó la forma de una espiral. «... tienes que hacerlo tú mismo.»
«Zzzzzzup.»
—
—¡¡MONEY!!
Un grito desesperado de auxilio hendió el aire cargado de humo y rompió el ambiente taciturno del despacho del contable de Sekiryuu. Akame se incorporó mientras dejaba el cuerpo de Zaide sobre el suelo, con cuidado de que no se golpeara la cabeza, y empezaba a vocear el nombre del propietario.
—¡Money! ¡Un médico, joder, necesito un médico!