19/11/2019, 21:02
(Última modificación: 19/11/2019, 21:02 por Uchiha Datsue.)
Kyūtsuki se interrumpió en las curas por un segundo.
—¿Se había tomado una? —replicó a Kaido, avergonzada por no haberse fijado en aquel detalle. Había estado a punto de cagarla y mucho.
—Yo pensé que era una píldora de soldado —dijo Otohime, si bien sonaba poco convencida.
—No —dijo la Anciana, tajante—. He visto a Ryū gastando el doble de chakra que hoy. No la necesitaría. Bien visto, Kaido.
La voz de Akame, monótona y tan interesante como un violín tocando siempre la misma nota y al mismo ritmo, sonaba detrás de ellos. Nadie le hacía ni puto caso. Nadie le hacía ni puto caso hasta que desapareció en un parpadeo junto a Zaide.
—¿Qué narices…?
—¿A dónde ha…?
—¡Kyūtsuki, concéntrate, coño! —exclamó la Anciana, pese a que ella misma no había podido evitar volver a clavar la vista allí dónde segundos antes había estado Akame. A buen seguro iba a querer saber más acerca de aquel extraño poder que poseía el nuevo, pero eso sería para otro momento, en otro sitio. Estaban demasiado ocupados tratando de salvar la vida del Gran Dragón como para distraerse ahora.
Otohime tomó del kit médico de su compañera unas vendas e hizo un rápido apaño en el brazo de Kaido, lo suficiente como para que dejase de sangrar por el momento.
Kyūtsuki, ante la oferta de Kaido, no pudo más que negar con la cabeza.
—No soy experta en fuuinjutsu como Otohime. No soy capaz de utilizar el chakra de otros. —Lo cual era una lástima—. Anciana, facilítame las cosas. —Se levantó e hizo un ademán al cuerpo.
La Anciana no necesitó más explicaciones. Con un simple sello de mano, una mesa de hielo surgió del suelo y elevó a Ryū un metro sobre el aire. Pasaron varios segundos, que parecieron eternos, hasta que la Mujer Sin Rostro volvió a pronunciarse.
—Es inútil, no puedo hacer nada así. Si estuviéramos en un hospital sería otra cosa, pero así, yo sola… Tendré que jugármela con el Chikatsu Saisei no Jutsu. Le auguro entre un diez y un veinte por ciento de probabilidad de éxito. —En aquellas condiciones, y con su experiencia, quizá hasta estaba siendo optimista.
Era como tirar un dado de cien y esperar a que saliese un crítico. ¿Iba a ser aquél el caso de Ryū?
Kaido notó cómo le tiraban del brazo sano. Sus ojos captaron un sutil movimiento en los labios de Ryū, casi imperceptible. Tuvo que pegar el oído para escuchar un gorjeo apenas audible. Una frase. Un mensaje.
—Qué… ¿Qué te ha dicho? —quiso saber Otohime.
—¿Se había tomado una? —replicó a Kaido, avergonzada por no haberse fijado en aquel detalle. Había estado a punto de cagarla y mucho.
—Yo pensé que era una píldora de soldado —dijo Otohime, si bien sonaba poco convencida.
—No —dijo la Anciana, tajante—. He visto a Ryū gastando el doble de chakra que hoy. No la necesitaría. Bien visto, Kaido.
La voz de Akame, monótona y tan interesante como un violín tocando siempre la misma nota y al mismo ritmo, sonaba detrás de ellos. Nadie le hacía ni puto caso. Nadie le hacía ni puto caso hasta que desapareció en un parpadeo junto a Zaide.
—¿Qué narices…?
—¿A dónde ha…?
—¡Kyūtsuki, concéntrate, coño! —exclamó la Anciana, pese a que ella misma no había podido evitar volver a clavar la vista allí dónde segundos antes había estado Akame. A buen seguro iba a querer saber más acerca de aquel extraño poder que poseía el nuevo, pero eso sería para otro momento, en otro sitio. Estaban demasiado ocupados tratando de salvar la vida del Gran Dragón como para distraerse ahora.
Otohime tomó del kit médico de su compañera unas vendas e hizo un rápido apaño en el brazo de Kaido, lo suficiente como para que dejase de sangrar por el momento.
Kyūtsuki, ante la oferta de Kaido, no pudo más que negar con la cabeza.
—No soy experta en fuuinjutsu como Otohime. No soy capaz de utilizar el chakra de otros. —Lo cual era una lástima—. Anciana, facilítame las cosas. —Se levantó e hizo un ademán al cuerpo.
La Anciana no necesitó más explicaciones. Con un simple sello de mano, una mesa de hielo surgió del suelo y elevó a Ryū un metro sobre el aire. Pasaron varios segundos, que parecieron eternos, hasta que la Mujer Sin Rostro volvió a pronunciarse.
—Es inútil, no puedo hacer nada así. Si estuviéramos en un hospital sería otra cosa, pero así, yo sola… Tendré que jugármela con el Chikatsu Saisei no Jutsu. Le auguro entre un diez y un veinte por ciento de probabilidad de éxito. —En aquellas condiciones, y con su experiencia, quizá hasta estaba siendo optimista.
Era como tirar un dado de cien y esperar a que saliese un crítico. ¿Iba a ser aquél el caso de Ryū?
Kaido notó cómo le tiraban del brazo sano. Sus ojos captaron un sutil movimiento en los labios de Ryū, casi imperceptible. Tuvo que pegar el oído para escuchar un gorjeo apenas audible. Una frase. Un mensaje.
—Qué… ¿Qué te ha dicho? —quiso saber Otohime.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado