20/11/2019, 22:45
Akame lucía bastante complacido con el trabajo que había hecho el genin, y una franca sonrisa adornó su rostro por unos momentos mientras bebía de su té. El Uchiha no se dirigió a su compañero inmediatamente, sino que tardó un par de segundos, tiempo en el cual el tabernero se las arregló para —inexplicablemente rápido— colocarle un té a Kisame frente a las narices. Como no había especificado de qué, el tipo le había servido el más caro que tenían en el lugar: una mezcla de té rojo de las Islas del Té, de importación, con una variedad local de té verde.
—Son, ejem, cinco ryos —reclamó, impaciente, tras contar las monedas que Kisame había dejado sobre la barra y certificar que no era suficiente. Lo habría sido, claro, para un té normal. Pero aquella posada recibía pocos clientes, y el hombre tenía que dar de comer a su familia: cualquier resquicio era suficiente para sacarse un ingreso extra.
Akame, por su parte, se volteó hacia el genin y asintió, complacido.
—Eso sí que es buena información, joder. Gran trabajo. Mañana a primera hora nos vamos para allá... Con suerte daremos con la madre, y a partir de ahí, tenemos un hilo del que tirar. Aunque te extrañe, te digo que esta clase de ratillas suelen estar muy apegados a su hogar y a su familia —le dijo el exjōnin—. Yo, de momento, me voy a descansar. Hazme caso, y aprovecha, que cuando estás en un viaje como este nunca sabes cuándo será la próxima vez que duermas en una cama.
Y con esas, el Uchiha apuró su té, pagó, y se marchó escaleras arriba.
—Son, ejem, cinco ryos —reclamó, impaciente, tras contar las monedas que Kisame había dejado sobre la barra y certificar que no era suficiente. Lo habría sido, claro, para un té normal. Pero aquella posada recibía pocos clientes, y el hombre tenía que dar de comer a su familia: cualquier resquicio era suficiente para sacarse un ingreso extra.
Akame, por su parte, se volteó hacia el genin y asintió, complacido.
—Eso sí que es buena información, joder. Gran trabajo. Mañana a primera hora nos vamos para allá... Con suerte daremos con la madre, y a partir de ahí, tenemos un hilo del que tirar. Aunque te extrañe, te digo que esta clase de ratillas suelen estar muy apegados a su hogar y a su familia —le dijo el exjōnin—. Yo, de momento, me voy a descansar. Hazme caso, y aprovecha, que cuando estás en un viaje como este nunca sabes cuándo será la próxima vez que duermas en una cama.
Y con esas, el Uchiha apuró su té, pagó, y se marchó escaleras arriba.