22/11/2019, 11:33
(Última modificación: 22/11/2019, 11:34 por Amedama Daruu.)
Daruu corría por las calles de Amegakure.
Los edificios de hormigón y vidrio llenos de tuberias y los escaparates decorados con luces de neón circulaban a ambos lados, hechos un borrón. Los viandantes no estaban acostumbrados a la velocidad de los ninjas, no al menos en tierra firme, y se apartaban como podían al paso de aquél demonio con la cara roja. El amejin no tenía tiempo de disculparse con nadie —ni ganas—, pero al menos trataba de evitarlos. Aunque eso sólo entorpecía su avance.
Cuando la adrenalina comenzó a ser reemplazada por la fría disciplina de Kōri-sensei, se dio cuenta de que aquél bicharraco no sólo había supuesto un peligro para la Pastelería de Kiroe-chan, sino que también podría suponerlo para todas aquellas personas. Como si alguien hubiese parado el tiempo durante unos instantes, a Daruu le recorrió un sudor frío cuando vio que la bestia estaba a punto de embestir a una anciana y su hija.
Carnero.
Hubo una sutil ráfaga de viento. Alguien se interpuso entre el cochino y las dos mujeres.
—¡Hakke Kushō! —Daruu se deslizó por el suelo unos centímetros, dándose la vuelta, y consiguió ejecutar su técnica a dos palmos de la frente de nuestro amigo porcino. La palma de la mano de Daruu, extendida hacia adelante, liberó una potente ráfaga de chakra buscando alejar al animal de ellas—. ¿Están bien?
Los edificios de hormigón y vidrio llenos de tuberias y los escaparates decorados con luces de neón circulaban a ambos lados, hechos un borrón. Los viandantes no estaban acostumbrados a la velocidad de los ninjas, no al menos en tierra firme, y se apartaban como podían al paso de aquél demonio con la cara roja. El amejin no tenía tiempo de disculparse con nadie —ni ganas—, pero al menos trataba de evitarlos. Aunque eso sólo entorpecía su avance.
Cuando la adrenalina comenzó a ser reemplazada por la fría disciplina de Kōri-sensei, se dio cuenta de que aquél bicharraco no sólo había supuesto un peligro para la Pastelería de Kiroe-chan, sino que también podría suponerlo para todas aquellas personas. Como si alguien hubiese parado el tiempo durante unos instantes, a Daruu le recorrió un sudor frío cuando vio que la bestia estaba a punto de embestir a una anciana y su hija.
Carnero.
Hubo una sutil ráfaga de viento. Alguien se interpuso entre el cochino y las dos mujeres.
—¡Hakke Kushō! —Daruu se deslizó por el suelo unos centímetros, dándose la vuelta, y consiguió ejecutar su técnica a dos palmos de la frente de nuestro amigo porcino. La palma de la mano de Daruu, extendida hacia adelante, liberó una potente ráfaga de chakra buscando alejar al animal de ellas—. ¿Están bien?