25/11/2019, 22:56
Con casco o sin él, no dejaba de ser imbécil e idiota. A cada palabra que decía era peor. No escuchaba. Ni quería. Pues bien.
—No tenemos nada más que le interese a Kurama —¿Acaso era imabecil?¿Era yo él adolescente o lo era él? Kurama atrasaría con todos los que no le obedecieran. Tuvieran o no, cosas que le interesaran.—. Y por lo visto, han venido a por vosotros. Y por eso voy a interrogaros. Yo no hice ninguna falsa acusación, pero mi deber es dudar, y dudo de vuestros motivos, claro que sí. —A parte de tonto, era ciego. Kurama acababa de conseguír lo que quería, que no confiaran en nosotros. Pues bien. Ojala les destruyera. A todos. Se lo merecían.—. ¿Que habéis traído los problemas con vosotros? Es algo evidente. ¿Que los trajo el bijuu? Es un hecho probado. —¿Que era un idiota? Era mas que evidente. ¿Que también era ciego y sordo? Un hecho probado—. Llevadlo a las mazmorras. No le hagáis daño. No queremos problemas con Uzushiogakure.
¿Un poco tarde para eso, no? El había sido el primero en ponerme la mano encima. Algún día se lo pensaba devolver. Si es que kurama no arrasaba con todo lo que amaba, que por imbécil, se lo merecía.
»A no ser que Uzushiogakure quiera problemas con nosotros. Eso, ya se verá.
〜Ojala os mate a todos antes de que yo salga de esa celda... 〜pensé mientras me arrastraban por la nieve, por qué no opuse resistencia, pero tampoco puse de mi parte.
¿Cuantos días habían pasado desde que me habían arrastrado a aquel lugar? Que mas daba. Ni siquiera los conte, aunque tampoco tenia nada mejor que hacer entre aquellas paredes.
No solo me habían arrebatado a Katsudon, también se habían llevado el pedacito de alma de mi padre que siempre me acompañaba. Y lo único que me habían dejado era aquella estúpida bandana que jamás debí pedir de vuelta.
El estómago me rugía. No había probado ni un solo bocado de la comida que me traían. Tenia buena pinta, pero claro, no podía fiarme de los samuráis. Preferia morir de hambre que comer algo hecho por esos imbéciles que me lo habían quitado todo.
Ganó el sentido común, claro. Pero cuando me llegase la hora, si moría de hambre entre aquellas paredes, dejaría libre el Chrakra de gyūki. Que Kurama pensase que los samuráis lo tenían de vuelta y los destruyese a todos.
Ojala no dejase ni una sola piedra de la montaña con cabezas de lobo.
Quizás y silo quizás, era esa rabia que sentía lo que me hacia mantenerme vivo, aunque en mal estado. Pero para cabezón, yo. Y aunque me costase la vida, no pensaba comerme ni un misero trozo de pan de aquellos infelices.
—No tenemos nada más que le interese a Kurama —¿Acaso era imabecil?¿Era yo él adolescente o lo era él? Kurama atrasaría con todos los que no le obedecieran. Tuvieran o no, cosas que le interesaran.—. Y por lo visto, han venido a por vosotros. Y por eso voy a interrogaros. Yo no hice ninguna falsa acusación, pero mi deber es dudar, y dudo de vuestros motivos, claro que sí. —A parte de tonto, era ciego. Kurama acababa de conseguír lo que quería, que no confiaran en nosotros. Pues bien. Ojala les destruyera. A todos. Se lo merecían.—. ¿Que habéis traído los problemas con vosotros? Es algo evidente. ¿Que los trajo el bijuu? Es un hecho probado. —¿Que era un idiota? Era mas que evidente. ¿Que también era ciego y sordo? Un hecho probado—. Llevadlo a las mazmorras. No le hagáis daño. No queremos problemas con Uzushiogakure.
¿Un poco tarde para eso, no? El había sido el primero en ponerme la mano encima. Algún día se lo pensaba devolver. Si es que kurama no arrasaba con todo lo que amaba, que por imbécil, se lo merecía.
»A no ser que Uzushiogakure quiera problemas con nosotros. Eso, ya se verá.
〜Ojala os mate a todos antes de que yo salga de esa celda... 〜pensé mientras me arrastraban por la nieve, por qué no opuse resistencia, pero tampoco puse de mi parte.
· · ·
¿Cuantos días habían pasado desde que me habían arrastrado a aquel lugar? Que mas daba. Ni siquiera los conte, aunque tampoco tenia nada mejor que hacer entre aquellas paredes.
No solo me habían arrebatado a Katsudon, también se habían llevado el pedacito de alma de mi padre que siempre me acompañaba. Y lo único que me habían dejado era aquella estúpida bandana que jamás debí pedir de vuelta.
El estómago me rugía. No había probado ni un solo bocado de la comida que me traían. Tenia buena pinta, pero claro, no podía fiarme de los samuráis. Preferia morir de hambre que comer algo hecho por esos imbéciles que me lo habían quitado todo.
Ganó el sentido común, claro. Pero cuando me llegase la hora, si moría de hambre entre aquellas paredes, dejaría libre el Chrakra de gyūki. Que Kurama pensase que los samuráis lo tenían de vuelta y los destruyese a todos.
Ojala no dejase ni una sola piedra de la montaña con cabezas de lobo.
Quizás y silo quizás, era esa rabia que sentía lo que me hacia mantenerme vivo, aunque en mal estado. Pero para cabezón, yo. Y aunque me costase la vida, no pensaba comerme ni un misero trozo de pan de aquellos infelices.