26/11/2019, 19:42
Los muchachos se pusieron en marcha al día siguiente. Tal y como les habían contado, sólo tuvieron que seguir la ribera del Río, adentrándose en el País de los Bosques, para llegar al siguiente pueblo; aquel que era su destino, y donde supuestamente, encontrarían a la tal "Alia".
El pueblo en cuestión era notablemente más grande que su vecino próximo, y el paisaje pasó de aquel entorno eminentemente rural, de calles apenas de tierra y piedra, a un trazado algo más urbano —aunque sin perder aquella esencia tradicional que caracterizaba a la población local—. Aquello, a simple vista, parecía un lugar bastante grande y que no se podría cubrir en una tarde a no ser que tuvieran una inmensa suerte. Por eso mismo, Akame optó por repetir la jugada del día anterior: él iría a buscar un hostal decente para alojarse, y Kisame a interrogar a los lugareños.
—Nos vemos a la hora de la cena en la Plaza del Alzamiento —dijo el veterano Uchiha antes de desaparecer entre el gentío de unas calles que, a diferencia del pueblo anterior, estaban razonablemente concurridas.
Era pasada la hora del mediodía, y la pelota se encontraba en el tejado del joven Kisame. Tenía hasta el anochecer para encontrar a la llamada Alia y sonsacarle cualquier información acerca de su supuesto hijo, el terrorista Guzen. El cómo, sería a su juicio: tendría que usar su intelecto para idear la mejor forma de hallar fuentes de información rentables y su carisma personal para hacerles hablar.
El pueblo en cuestión era notablemente más grande que su vecino próximo, y el paisaje pasó de aquel entorno eminentemente rural, de calles apenas de tierra y piedra, a un trazado algo más urbano —aunque sin perder aquella esencia tradicional que caracterizaba a la población local—. Aquello, a simple vista, parecía un lugar bastante grande y que no se podría cubrir en una tarde a no ser que tuvieran una inmensa suerte. Por eso mismo, Akame optó por repetir la jugada del día anterior: él iría a buscar un hostal decente para alojarse, y Kisame a interrogar a los lugareños.
—Nos vemos a la hora de la cena en la Plaza del Alzamiento —dijo el veterano Uchiha antes de desaparecer entre el gentío de unas calles que, a diferencia del pueblo anterior, estaban razonablemente concurridas.
Era pasada la hora del mediodía, y la pelota se encontraba en el tejado del joven Kisame. Tenía hasta el anochecer para encontrar a la llamada Alia y sonsacarle cualquier información acerca de su supuesto hijo, el terrorista Guzen. El cómo, sería a su juicio: tendría que usar su intelecto para idear la mejor forma de hallar fuentes de información rentables y su carisma personal para hacerles hablar.