26/11/2019, 19:49
Pareció evidente que la señora Kobayashi no se esperaba que dos genin recién salidos de la Academia se le fueran a subir a las barbas tan pronto, recriminándole veladamente su actitud para con sus propios empleados y aconsejándole que tuviera más paciencia. Conforme los muchachos hablaban se podía ver cómo una gruesa vena en la frente de la empresaria se iba hinchando más y más, hasta que parecía a punto de estallar. Cuando Karamaru terminó de hablar, la señora se abalanzó sobre ambos dedo en ristre, profiriendo improperios.
—¿¡Pero quién mierda os habéis creído que sois, niñatos de los cojones!? ¡Menudo atrevimiento, ¿decirme cómo tengo que tratar a mis propios empleados?! ¡Atendedme bien, enanos, porque no lo voy a repetir! —anunció, y mientras gritaba, le salían espumarajos de la boca que salpicaban ligeramente a los genin—. Esta es mi casa, y aquí se hace lo que mando yo. Esos son mis empleados, que les pago yo, así que hacen lo que mando yo. Y vosotros, ¡vosotros, niños maleducados!, sois los ninjas que yo he contratado, ¡¡así que haréis lo que os he pedido y os ahorraréis vuestras impertinencias, o me aseguraré de que la Arashikage en persona se entere de vuestra falta de modales!!
Después de meterles semejante bronca, Kobayashi Koe pareció quedarse más agusto. Aun así seguía teniendo una expresión de gran descontento en su rostro.
—Las putas voces —contestó al poco—, comienzan por la noche, sobre la hora de después de cenar. Ya te lo he dicho antes, coño. Y la hora, pues no sé, no me he parado a mirar el reloj mientras un diabólico espíritu me acosa, la verdad —agregó, taladrando a Kisame con la mirada—. ¿Hablar en privado con mi servicio? ¿Y eso por qué es necesario, eh? ¿Acaso me están ocultando algo? Me gustaría que me explicaras esas teorías tuyas.
Parecía que en aquella primera misión les había tocado un cliente difícil. ¡Mala suerte!
—¿¡Pero quién mierda os habéis creído que sois, niñatos de los cojones!? ¡Menudo atrevimiento, ¿decirme cómo tengo que tratar a mis propios empleados?! ¡Atendedme bien, enanos, porque no lo voy a repetir! —anunció, y mientras gritaba, le salían espumarajos de la boca que salpicaban ligeramente a los genin—. Esta es mi casa, y aquí se hace lo que mando yo. Esos son mis empleados, que les pago yo, así que hacen lo que mando yo. Y vosotros, ¡vosotros, niños maleducados!, sois los ninjas que yo he contratado, ¡¡así que haréis lo que os he pedido y os ahorraréis vuestras impertinencias, o me aseguraré de que la Arashikage en persona se entere de vuestra falta de modales!!
Después de meterles semejante bronca, Kobayashi Koe pareció quedarse más agusto. Aun así seguía teniendo una expresión de gran descontento en su rostro.
—Las putas voces —contestó al poco—, comienzan por la noche, sobre la hora de después de cenar. Ya te lo he dicho antes, coño. Y la hora, pues no sé, no me he parado a mirar el reloj mientras un diabólico espíritu me acosa, la verdad —agregó, taladrando a Kisame con la mirada—. ¿Hablar en privado con mi servicio? ¿Y eso por qué es necesario, eh? ¿Acaso me están ocultando algo? Me gustaría que me explicaras esas teorías tuyas.
Parecía que en aquella primera misión les había tocado un cliente difícil. ¡Mala suerte!