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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
En un día inexacto de Aliento Nevado


Siete meses habían pasado desde que Sekiryū hubiese celebrado su Kaji Saiban más emblemático y recordado de los últimos años. También el más salvaje. También el más odiado. Porque aquel día habían perdido todos. Porque aquel día, y lo descubrieron demasiado tarde, se habían pegado un tiro en el pie.

Ryū había sobrevivido a las heridas, sí. Duro, resistente y luchador como solo un tejón de la miel podía serlo. Pero las secuelas que todavía tenía iban más allá de dos largas cicatrices que le cruzaban pecho y espalda. Había perdido un pulmón, y, con él, gran parte de su potencial.

Zaide había salido con vida del combate, haciendo honor a su apodo: El que no se muere. Tres veces Dragón Rojo le había dado por muerto, y tres veces se había vuelto a levantar. Pero, en aquella ocasión, el precio a pagar fue más caro. Un ojo. Su ojo izquierdo. Lo que para un Uchiha significaba un Mangekyō menos, y el adiós a Susano’o, su dios protector por excelencia.

Oh, sí. Definitivamente Sekiryū había perdido, y mucho, aquel día.

Muchas cosas habían pasado desde entonces. Combates pactados sobre la tumba de un falso muerto, pues quien sueña no está muerto, sino dormido. Susurros velados entre montañas escarpadas. Enseñanzas. Discusiones. Pactos. Risas. Secretos. Muchos secretos susurrados bajo la luz de la luna.

Pequeñas historias que no tienen cabida en esta. Aquí no hay sitio para lo mundano, lo terrenal o lo personal. Porque aquí, en esta historia, estaba a punto de decidirse el destino de Sekiryū. Probablemente también de las Islas del Archipiélago. Probablemente también de Oonindo entero.

¿No me crees? Oh, pero no es a mí a quien tienes que creer, sino a…

Vamos a cambiarlo todo

… a Ryū. Que, si habéis estado atentos a esta historia, bien sabéis que a él no le gusta jugar con las palabras.

Vamos a hacernos con todo.

En aquella reunión, todos estaban presentes. De una u otra forma. Ryū, presente en cuerpo y alma, era quien hablaba en aquellos momentos. A su derecha, la figura espectral de la Anciana. A su izquierda, Kaido. Kyūtsuki, encargada de acelerar la recuperación del Gran Dragón, también estaba presente físicamente en la caverna de Ryūgū-jō. Al otro lado, Otohime cruzaba las manos sobre la mesa. Los ojos verdes de Money relucían sobre una figura completamente negra con brillos del arcoíris. Luego estaba Akame. Y luego… Un ojo rojo, y un ojo blanco. Eso era lo único que se distinguía del último espectro. De Uchiha Zaide.

Vamos a demostrarle a las que se hacen llamar las Tres Grandes cómo se maneja una Villa de verdad.

En estos siete meses, Money había hecho contacto con el embajador de Umigarasu. Habían hablado de manera superficial, y el emisario había transmitido el deseo del Señor Feudal de hacerles una oferta jugosa. En persona. En su palacio. Poco más había podido sacarle Money, aunque ellos, gracias a Kyūtsuki, bien sabían buena parte de la oferta.

Y ya habían aceptado de antemano.

Tenemos que decidir quién va —dijo la Anciana. Faltaba una semana para la gran cita, y tenían que tenerlo todo listo y preparado. Sin fisuras. Sin dudas—. No podemos ir todos. El gran punto fuerte de Dragón Rojo es que está compuesto por ocho cabezas. Mientras nuestros enemigos no sean capaces de cortarlas todas al unísono, somos inmortales. Juntarnos los ocho en un mismo sitio sería… exponernos tontamente.

Silencio. Una gota cayendo de una estalactita.

No se peleen, ya soy yo el primero en ceder mi puesto —habló Zaide—. ¿Queréis que os envíe unas rodilleras por correo? ¿Unos cojines, quizá? Para cuando Umigarasu os haga hincar la rodilla, digo. —Incluso aunque era imposible vérsela a través del Gentōshin no Jutsu, estaba claro que estaba sonriendo de oreja a oreja.

Otohime carraspeó.

A mí me gustaría ir. Sé que voté en contra de esto, pero ya que vamos a hacerlo… —se encogió de hombros—. Ya que vamos a hacerlo, quiero ser la primera en catar esos lujos prometidos. Llevo demasiados años encerrada en este antro.

Y, pues, aquí papi al habla. Cleo que todos estalemos de acueldo en que soy una palte fundamental e implescindible en dicha reunión. Necesitamos que esté ahí pa’ llegal a un buen acueldo.
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Mensajes en este tema
Lo que se esconde tras la niebla - por Uchiha Datsue - 28/11/2019, 02:54


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