3/12/2019, 01:01
Había varios caminos frente a mí ahora que había conseguido tener la llave en mi poder. Pero...¿Realemente quería ayuda de los propios samuráis para salir de allí? ¿Realmente quería la ayuda de Yuuna para salir de Aquel lugar?
La respuesta estaba clara. Pero los pasos del guardia se aceleraron por el ruido y no me dió tiempo a pensar con claridad. Por lo que puse la llave bajo mi pie, me puse en pié y me prepare para recibirlo.
—¡Eh! ¡Eh! ¿¡Qué andas traginando por ahi?
—Pensé que podia afilar la esquina de la bandeja para cortarme las venas y no volver a veros la cara o escuchar vuestra voz.
Dije aquello soltando todo el odio, la ira y el asco que sentía por los samuráis en cada palabra. Casi escupiendole cada letra. No decía en serio lo de suicidarme, pero con él tono seco que utilizé era difícil de adivinar.
—Cielos. No tengo nada contra vosotros, shinobi, y entiendo vuestra frustración, ¡pero aunque os tengamos retenidos deberíais de respetar nuestra buena voluntad! ¡Esa comida es el mismo rancho que comemos los guardias! Qué deshonor.
—Ya le he dicho a tu compañero, no quiero nada que venga de vosotros, nada. Prefiero morir de hambre pudriendome entre estas paredes.
Tenia unas ganas terribles de coger la lleve y clavarsela en un ojo. Para luego decirle que se la metiera por el culo.
—No se cómo os atrevéis a hablar de honor teniendo encerrado a alguien que os defendió. Ojala ese shinobi me hubiera asesinado y hubiese terminado con todos y cada uno de vosotros. Lección aprendida.
Rabia. Rabia. Rabia. Como un animal salvaje. Casi tirando espuma por la boca. Si salia de aquella celda, era yo el que iba a morir, por que no dudaba que, en cuanto pisará el exterior, iba a lanzarme al cuello del primer samurái que me encontrase.
—¿Sabes qué?
Era el momento de hacer las cosas mal. Todo lo mal que se me ocurrió. Me agaché, recogí la llave, ya no me importaba que la viera, pues se la lancé a los pies antes de volver a mí esquina.
—Dile a Yuuna que no quiero nada que venga de los samuráis y mucho menos nada que provenga de ella.
El asco y el odio que sentía hacia ellos en ese momento eran mucho mas grandes que mi ansia de suicidarme en post de calmar a la bestia sedienta de sangre que había despertado dentro de mí.
La respuesta estaba clara. Pero los pasos del guardia se aceleraron por el ruido y no me dió tiempo a pensar con claridad. Por lo que puse la llave bajo mi pie, me puse en pié y me prepare para recibirlo.
—¡Eh! ¡Eh! ¿¡Qué andas traginando por ahi?
—Pensé que podia afilar la esquina de la bandeja para cortarme las venas y no volver a veros la cara o escuchar vuestra voz.
Dije aquello soltando todo el odio, la ira y el asco que sentía por los samuráis en cada palabra. Casi escupiendole cada letra. No decía en serio lo de suicidarme, pero con él tono seco que utilizé era difícil de adivinar.
—Cielos. No tengo nada contra vosotros, shinobi, y entiendo vuestra frustración, ¡pero aunque os tengamos retenidos deberíais de respetar nuestra buena voluntad! ¡Esa comida es el mismo rancho que comemos los guardias! Qué deshonor.
—Ya le he dicho a tu compañero, no quiero nada que venga de vosotros, nada. Prefiero morir de hambre pudriendome entre estas paredes.
Tenia unas ganas terribles de coger la lleve y clavarsela en un ojo. Para luego decirle que se la metiera por el culo.
—No se cómo os atrevéis a hablar de honor teniendo encerrado a alguien que os defendió. Ojala ese shinobi me hubiera asesinado y hubiese terminado con todos y cada uno de vosotros. Lección aprendida.
Rabia. Rabia. Rabia. Como un animal salvaje. Casi tirando espuma por la boca. Si salia de aquella celda, era yo el que iba a morir, por que no dudaba que, en cuanto pisará el exterior, iba a lanzarme al cuello del primer samurái que me encontrase.
—¿Sabes qué?
Era el momento de hacer las cosas mal. Todo lo mal que se me ocurrió. Me agaché, recogí la llave, ya no me importaba que la viera, pues se la lancé a los pies antes de volver a mí esquina.
—Dile a Yuuna que no quiero nada que venga de los samuráis y mucho menos nada que provenga de ella.
El asco y el odio que sentía hacia ellos en ese momento eran mucho mas grandes que mi ansia de suicidarme en post de calmar a la bestia sedienta de sangre que había despertado dentro de mí.