5/12/2019, 14:12
(Última modificación: 5/12/2019, 14:16 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Como en la típica escena de una película de western, shinobi y jabalí se enzarzaron en el momento cumbre de aquel peculiar duelo que acababa de comenzar. Los dos se miraron a los ojos durante unos instantes que se hicieron eternos, mientras las gotas de lluvia golpeaban sin piedad sus cuerpos. Y entonces, de un momento a otro, el jabalí se abalanzó sobre el muchacho. Daruu dio un pequeño salto y se apoyó sobre el lomo del animal, que soltó un nuevo berrido cuando sintió el filo de la hoja rasgando su piel.
Claro que los jabalíes son animales muy tozudos, y aquel no era ninguna excepción; por lo que, antes de que el shinobi llegara siquiera a tocar tierra, el animal se revolvió y usó sus pezuñas traseras para asestar una potente coz en su rostro. Unas pezuñas que Daruu fue perfectamente capaz de ver que venían cargadas con un brillante chakra.
—Himura... Ren... —resolló la genin, entre resoplidos de agotamiento— Lo siento, solo te estoy entorpeciendo.
Ayame torció la cabeza en un gesto indulgente.
—No te preocupes por eso ahora, no puedo dejarte atrás y que venga otro de esos animales y...
—¡ESPERAAAAAAAAD! —escucharon tras sus espaldas. Ayame se detuvo momentáneamente y miró hacia atrás. No pudo contener una mueca de absoluta estupefacción. Hacia ellas se acercaba a todo correr un hombre adulto, desnudo de cintura para arriba y con el torso apenas cubierto por pieles. Se abalanzó prácticamente sobre ellas, y cuando las alcanzó las tomó bruscamente por los hombros—. Esp... Esperad... Por favor... —resollaba, con implorantes ojos clavados en las dos muchachas—. Chi... Chicas... Ha... ¿Habéis visto unos jabalíes por aquí? Unos jabalíes... algo más... grandes de lo normal...
Claro que los jabalíes son animales muy tozudos, y aquel no era ninguna excepción; por lo que, antes de que el shinobi llegara siquiera a tocar tierra, el animal se revolvió y usó sus pezuñas traseras para asestar una potente coz en su rostro. Unas pezuñas que Daruu fue perfectamente capaz de ver que venían cargadas con un brillante chakra.
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—Himura... Ren... —resolló la genin, entre resoplidos de agotamiento— Lo siento, solo te estoy entorpeciendo.
Ayame torció la cabeza en un gesto indulgente.
—No te preocupes por eso ahora, no puedo dejarte atrás y que venga otro de esos animales y...
—¡ESPERAAAAAAAAD! —escucharon tras sus espaldas. Ayame se detuvo momentáneamente y miró hacia atrás. No pudo contener una mueca de absoluta estupefacción. Hacia ellas se acercaba a todo correr un hombre adulto, desnudo de cintura para arriba y con el torso apenas cubierto por pieles. Se abalanzó prácticamente sobre ellas, y cuando las alcanzó las tomó bruscamente por los hombros—. Esp... Esperad... Por favor... —resollaba, con implorantes ojos clavados en las dos muchachas—. Chi... Chicas... Ha... ¿Habéis visto unos jabalíes por aquí? Unos jabalíes... algo más... grandes de lo normal...