8/12/2019, 03:30
—Increíble. —Fue todo lo que Kazuma alcanzo a decir como respuesta los sabios frutos de la experiencia de su sensei—. Es como un punto de referencia, como algo para motivar y evitar la autocomplacencia.
—Hmm… Sí, sí. Que oye, tratar de superarte a ti mismo también está bien, ojo. Especialmente si te pones una meta, un objetivo claro. He estado entrenando por meses con eso en mente y también me fue fenomenalmente bien. —Ahí estaban sus músculos, apenas contenidos por la chaqueta que vestía, como prueba de ello.
—Si… —dijo, abriendo y cerrando la mano que había quedado acalambrada como prueba adicional del mencionado entrenamiento.
—¡ATENCION PARTICIPANTES, HA LLEGADO LA HORA! —grito la escandalosa y familiar voz del anunciante.
La multitud se agito mientras los participantes se preparaban para ingresar en la prueba. Kazuma comenzó a mirar a todos lados, llamando la atención de Juro para que se dirigieran a sus lugares antes de que se quedaran sin poder ver la competición.
—Le deseo éxito, Datsue-san —dijo el peliblanco mientras se alejaba.
El tiempo paso hasta que se hizo noche cerrada sobre la pequeña plaza en donde estaban los participantes, al menos los 18 que se habían atrevido a participar en aquella prueba en particular. Aunque algunos, ajenos a la tradición del evento, no tenían idea de que iban a hacer. Lo cierto es que quizás la extrañeza se acurrucase en algunos, puesto que el único fuego era el de las antorchas, puesto que las fraguas estaban deshabilitadas.
Los participantes tuvieron que esperar un poco más, hasta que apareciese la jueza principal.
—¡Buenas noches, herreros! —exclamo con su llegada Demura Nayano, una mujer de mediana edad, ataviada con un arcaico traje de colores dorados y ladrillos, y con la mirada y presencia de una dura capataz.
La gente aplaudió, no solo porque por fin iniciaba la competencia; sino porque aquella mujer era una especie de celebridad dentro de su propio entorno: toda una comerciante, dueña de varios yacimientos exportadores y obsesa de los métodos para el trabajo eficiente.
—Si acaso se preguntan: “¿Dónde están nuestro fuego y herramientas?” No pierdan el tiempo con eso —exigió, autoritaria y con aires de superioridad—. Antes de forjar algo, han de demostrar que son dignos, que son capaces de diferencia y escoger el material que han de utilizar.
Dicho eso, hizo un gesto con la mano; y un grupo de fornidos asistentes entro a la plaza, arrastrando tras de sí unas cuantas carretas repletas de lo que parecían ser bloques de piedra. Las carretas se sucedieron una tras otra, vaciando su contenido hasta formar una pequeña montaña ferrosa.
—Eso que ven allí son menas de ferro-carbono de mis minas, ideales para fabricar acero de alta calidad…, si saben escogerlas —Las irregulares rocas se amontonaban unas sobre otras, silenciosas y prometedoras—. El buen ojo y criterio de selección me han llevado lejos, y no espero menores cualidades en aquellos herreros que participen en una competencia supervisada por mí.
»¡Adelante! Tienen tres horas.
—Tres horas parece mucho tiempo solo para escoger material, ¿no le parece? —comento Kazuma a su maestro.
Podía parecer mucho tiempo, pero cualquier artesano con experiencia sabía que escoger el material de trabajo era un compromiso que no se podía tomar a la ligera. Aquello era algo que tomaba tiempo, incluso cuando se conocían el origen y las características del material; más difícil aun con aquellas piedras anónimas y evidentemente impuras. Sin embargo, había formas de afrontar el reto: por norma general el ferro-carbono con el mismo origen de aquel cumplía con cierta simetría en su composición:
En la relación carbono-hierro, una proporción dos más tres producía una calidad relativa del diez por cien; una seis más cinco una calidad del sesenta y seis por cien; una de ocho más cuatro una calidad del noventa y seis por cien; una de siete más dos una calidad del sesenta y tres por cien y así sucesivamente. En aquellas condiciones de exigencia, era obvio que cualquier valor inferior a una calidad de noventa y nueve por cien seria rechazado, por lo que tendrian que presentar una mena que tuviese las proporciones necesarias para ello.
—Hmm… Sí, sí. Que oye, tratar de superarte a ti mismo también está bien, ojo. Especialmente si te pones una meta, un objetivo claro. He estado entrenando por meses con eso en mente y también me fue fenomenalmente bien. —Ahí estaban sus músculos, apenas contenidos por la chaqueta que vestía, como prueba de ello.
—Si… —dijo, abriendo y cerrando la mano que había quedado acalambrada como prueba adicional del mencionado entrenamiento.
—¡ATENCION PARTICIPANTES, HA LLEGADO LA HORA! —grito la escandalosa y familiar voz del anunciante.
La multitud se agito mientras los participantes se preparaban para ingresar en la prueba. Kazuma comenzó a mirar a todos lados, llamando la atención de Juro para que se dirigieran a sus lugares antes de que se quedaran sin poder ver la competición.
—Le deseo éxito, Datsue-san —dijo el peliblanco mientras se alejaba.
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El tiempo paso hasta que se hizo noche cerrada sobre la pequeña plaza en donde estaban los participantes, al menos los 18 que se habían atrevido a participar en aquella prueba en particular. Aunque algunos, ajenos a la tradición del evento, no tenían idea de que iban a hacer. Lo cierto es que quizás la extrañeza se acurrucase en algunos, puesto que el único fuego era el de las antorchas, puesto que las fraguas estaban deshabilitadas.
Los participantes tuvieron que esperar un poco más, hasta que apareciese la jueza principal.
—¡Buenas noches, herreros! —exclamo con su llegada Demura Nayano, una mujer de mediana edad, ataviada con un arcaico traje de colores dorados y ladrillos, y con la mirada y presencia de una dura capataz.
La gente aplaudió, no solo porque por fin iniciaba la competencia; sino porque aquella mujer era una especie de celebridad dentro de su propio entorno: toda una comerciante, dueña de varios yacimientos exportadores y obsesa de los métodos para el trabajo eficiente.
—Si acaso se preguntan: “¿Dónde están nuestro fuego y herramientas?” No pierdan el tiempo con eso —exigió, autoritaria y con aires de superioridad—. Antes de forjar algo, han de demostrar que son dignos, que son capaces de diferencia y escoger el material que han de utilizar.
Dicho eso, hizo un gesto con la mano; y un grupo de fornidos asistentes entro a la plaza, arrastrando tras de sí unas cuantas carretas repletas de lo que parecían ser bloques de piedra. Las carretas se sucedieron una tras otra, vaciando su contenido hasta formar una pequeña montaña ferrosa.
—Eso que ven allí son menas de ferro-carbono de mis minas, ideales para fabricar acero de alta calidad…, si saben escogerlas —Las irregulares rocas se amontonaban unas sobre otras, silenciosas y prometedoras—. El buen ojo y criterio de selección me han llevado lejos, y no espero menores cualidades en aquellos herreros que participen en una competencia supervisada por mí.
»¡Adelante! Tienen tres horas.
—Tres horas parece mucho tiempo solo para escoger material, ¿no le parece? —comento Kazuma a su maestro.
Podía parecer mucho tiempo, pero cualquier artesano con experiencia sabía que escoger el material de trabajo era un compromiso que no se podía tomar a la ligera. Aquello era algo que tomaba tiempo, incluso cuando se conocían el origen y las características del material; más difícil aun con aquellas piedras anónimas y evidentemente impuras. Sin embargo, había formas de afrontar el reto: por norma general el ferro-carbono con el mismo origen de aquel cumplía con cierta simetría en su composición:
En la relación carbono-hierro, una proporción dos más tres producía una calidad relativa del diez por cien; una seis más cinco una calidad del sesenta y seis por cien; una de ocho más cuatro una calidad del noventa y seis por cien; una de siete más dos una calidad del sesenta y tres por cien y así sucesivamente. En aquellas condiciones de exigencia, era obvio que cualquier valor inferior a una calidad de noventa y nueve por cien seria rechazado, por lo que tendrian que presentar una mena que tuviese las proporciones necesarias para ello.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)