8/12/2019, 23:43
Kaido lucía impertérrito durante la conversación. Estaba pensativo, analítico, tanto como lo ameritaba la situación. Él y su organización, siete meses después del fatídico Kaji Saiban, discutían ahora los entresijos del primer punto de partida para la resurreción de Kirigakure: estaban en la labor de decidir quiénes serían los ilustres postulantes que compondrían la comitiva para reunirse con Umigarasu. Otohime fue la primera en demostrar su interés en participar —no porque le interesase demasiado formar parte de la negociación, sino porque estaba hasta los huevos de estar encerrada en aquella caverna—. y Money hizo lo mismo poco después, recalcando el hecho de que la labia para que el acuerdo llegue a buen puerto reposa en su propia lengua. Un miembro imprescindible, si aquello iba a consolidarse con palabras, y no con muerte y sangre como está acostumbrado nuestro azulado escualo.
Y hablando de muerte y sangre, este tipo de encuentros, tan delicados y peligrosos, no carecían de altas probabilidades de irse todo a la mierda rápido. En un juego de egos y poderes donde estaba sobre la mesa el futuro de toda una nación, los edificios se construyen sobre una delicada casa de naipes. El más mínimo soplido...
—Considerando el hecho de que Otohime no puede luchar, creo que mi buen Suzaku va a necesitar de ayuda en caso de que las cosas se salgan de control. Creo que sería prudente que les acompañe.
Y hablando de muerte y sangre, este tipo de encuentros, tan delicados y peligrosos, no carecían de altas probabilidades de irse todo a la mierda rápido. En un juego de egos y poderes donde estaba sobre la mesa el futuro de toda una nación, los edificios se construyen sobre una delicada casa de naipes. El más mínimo soplido...
—Considerando el hecho de que Otohime no puede luchar, creo que mi buen Suzaku va a necesitar de ayuda en caso de que las cosas se salgan de control. Creo que sería prudente que les acompañe.