9/12/2019, 23:10
Los puños del samurai apretaban con fuerza. El hombre estaba enfureciéndose poco a poco, y eso que se consideraba alguien con bastante temple. Poco a poco comenzaba a temblar ante aquél osado shinobi, que no hacía más que cagarse encima de todo el —a su juicio demasiado— respeto que se le estaba dando por no ser ejecutado inmediatamente. Y entonces ocurrió: Sasaki Reiji le lanzó una pequeña llave a los pies. Una llave del mismo calabozo donde estaba encerrado.
—¿¡A Yuuna!? —exclamó, agachándose ipso facto para recoger el objeto—. ¿¡Yuuna te ha dado esto!? ¡Maldita mocosa insolente! ¿Alguien la ayudó a escapar de Palacio?
Ignorando a Reiji, el samurai echó a correr por el pasillo.
—¡Mierda, mierda, Koichi-dono tiene que enterarse de esto! ¡Mocosa traidora!
Hubo un golpe seco. Un segundo después, el samurai cruzó por delante de la puerta de la celda volando. Unos pasos de gigante hicieron retumbar el suelo.
—Me dijeron que una buena comilona venía bien para un paseo nocturno, pero yo es que no soy mucho de trasnochar. —Katsudon. Era la voz de Katsudon. Sonó enérgica y saludable. Katsudon estaba bien. Al menos por dentro, porque la verdad es que la imagen externa era algo lamentable. El hombre se asomó a las rejas y esbozó una sonrisa con un par de dientes menos. Tenía un moretón enorme en el ojo izquierdo y medio cuerpo vendado. Claro, a uno no se le cae un edificio encima todos los días—. Además, el plato estaba tan bueno que quería repetir. Pero ya veo que tú te has acabado el tuyo... a tu manera. —Señaló la comida desperdiciada de Reiji, tirada en el suelo de cualquier manera—. Se te oía desde mi celda, chico. Creo que deberías calmarte un poco y leer mejor la situación. Y a propósito de la llave... —Echó un vistazo al cuerpo del soldado, empotrado contra la pared del fondo. Se rascó la nuca y se encogió de hombros.
Katsudon agarró un par de barrotes con las manos desnudas y, simplemente, tiró de ellos en direcciones opuestas. Los cilindros de acero se doblaron y se abrieron, dejando un espacio libre maravilloso para que Reiji saliera.
El gigante se llevó ambas manos a la espalda del cinturón y le lanzó dos objetos a Reiji lanzándoselos con suavidad al pecho para que los cogiera al vuelo.
Sus dos espadas.
—Sabes, creo que aquí hay dos bandos, y aunque no suelo meterme donde no me llaman, me gustaría estar en el que nos dio la llave y no en el que nos encerró en una celda —dijo. Observó el pasillo. Al fondo, el corredor giraba a la izquierda y seguía recto hasta unas escaleras—. Deberíamos buscar a nuestro amigo el silencioso y a Yuuna-kun. Averigüemos qué está pasando aquí.
—¿¡A Yuuna!? —exclamó, agachándose ipso facto para recoger el objeto—. ¿¡Yuuna te ha dado esto!? ¡Maldita mocosa insolente! ¿Alguien la ayudó a escapar de Palacio?
Ignorando a Reiji, el samurai echó a correr por el pasillo.
—¡Mierda, mierda, Koichi-dono tiene que enterarse de esto! ¡Mocosa traidora!
¡PLAF!
Hubo un golpe seco. Un segundo después, el samurai cruzó por delante de la puerta de la celda volando. Unos pasos de gigante hicieron retumbar el suelo.
—Me dijeron que una buena comilona venía bien para un paseo nocturno, pero yo es que no soy mucho de trasnochar. —Katsudon. Era la voz de Katsudon. Sonó enérgica y saludable. Katsudon estaba bien. Al menos por dentro, porque la verdad es que la imagen externa era algo lamentable. El hombre se asomó a las rejas y esbozó una sonrisa con un par de dientes menos. Tenía un moretón enorme en el ojo izquierdo y medio cuerpo vendado. Claro, a uno no se le cae un edificio encima todos los días—. Además, el plato estaba tan bueno que quería repetir. Pero ya veo que tú te has acabado el tuyo... a tu manera. —Señaló la comida desperdiciada de Reiji, tirada en el suelo de cualquier manera—. Se te oía desde mi celda, chico. Creo que deberías calmarte un poco y leer mejor la situación. Y a propósito de la llave... —Echó un vistazo al cuerpo del soldado, empotrado contra la pared del fondo. Se rascó la nuca y se encogió de hombros.
Katsudon agarró un par de barrotes con las manos desnudas y, simplemente, tiró de ellos en direcciones opuestas. Los cilindros de acero se doblaron y se abrieron, dejando un espacio libre maravilloso para que Reiji saliera.
El gigante se llevó ambas manos a la espalda del cinturón y le lanzó dos objetos a Reiji lanzándoselos con suavidad al pecho para que los cogiera al vuelo.
Sus dos espadas.
—Sabes, creo que aquí hay dos bandos, y aunque no suelo meterme donde no me llaman, me gustaría estar en el que nos dio la llave y no en el que nos encerró en una celda —dijo. Observó el pasillo. Al fondo, el corredor giraba a la izquierda y seguía recto hasta unas escaleras—. Deberíamos buscar a nuestro amigo el silencioso y a Yuuna-kun. Averigüemos qué está pasando aquí.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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