15/12/2019, 01:08
—Te dejaría cantar si no tuvieramos que ser algo discretos —Eso no es lo que dijo en la posada, no quiso escuchar la canción del té—. En cuanto a tu ropa, bueno... no creo que la de nuestro amigo el samurai nos venga a ninguno de los dos. Y no nos queremos arriesgar a que se despierte. Lo ideal sería que buscásemos tu equipamiento también. Te traje las espadas únicamente porque te oí gritarle a nuestro amigo el dormidito. —En realidad le había gritado primero a Mudito, pero igual Katsudon estaba demasiado ocupado con la comida—. Hagámoslo rápido y luego salgamos de aquí lo más discretamente posible.
Si, mejor. Prefería mi ropa que la de prisionero, la verdad.
»¿Sabes usar el Henge no Jutsu, verdad?
Pensaba que Katsudon me conocía un poquito mejor, pero al parecer no. Me reí como si me hubiera contado un chiste buenísimo y luego le conteste seriamente.
—No. No se utilizar ningún ninjutsu que requiera del uso de sellos. Te llevaste al peor subordinado posible para una misión de infiltración.
Así pues, y dado que yo no podía usar el Henge, le toco a Katsudon hacer el papel de peor samurái de Oonido, sin cantar, y a mí el de prisionero. Así que fue él quien cargó mis espadas en su nuevo uniforme de general samurái. No era normal un prisionero armado.
—Recuerda: si nos interceptan, deja que hable yo. Se supone que eres un prisionero.
Asentí con la cabeza y seguí a Katsudon a través del portón. El frió era peor fuera que dentro, y mas con esa ropa que consistía tan solo en un grisáceo pijama.
No me sorprendió que nevera, si que la noche estuviera empezando a asomarse. Por que esto último era una jodida ventaja. El frió era lo peor, pero una vez a salvo podría vestirme y seria menos horrible.
Caminamos como mejor supimos a través de la nieve hasta que sucedió lo que tenía que suceder y un samurái nos paró. Hice caso a katsudon y solo agache la cabeza mientras el hablaba.
—Eh... general, disculpe, pero... ¿a dónde se lleva a ese prisionero? Koichi-sama ordenó expresamente que...
—Soldado, Koichi acaba de ordenarme que le lleve al prisionero para hablar con él.
—¿Está seguro? Koichi dijo que...
—¿¡Quieres acompañarme a preguntárselo tú mismo, zoquete!? —abroncó Katsudon, cruzándose de brazos. Algo le dijo a Reiji que se lo estaba pasando bien—. ¿Acaso has olvidado cual es tu posición?
—No, mi general, lo sie...
—¡Ni lo siento ni lo sienta! ¡Venga, coño, que hace frío hoy y tenemos prisa!
—S... sí, señor, ya me... ya...
El samurái huyó con el rabo entre las piernas y nosotros continuamos nuestro camino. Katsudon estaba haciendo bien su papel de peor samurái de Oonido, eso se lo tenia que conceder.
Tras un par de giros más y al final de un callejón que entre el frio y la nieve se me hizo eterno, apareció la salida. O mejor dicho, la entrada al bosque. El único sitio que había en los alrededores para escondernos.
—Vamos, saltemos al otro lado y alejémonos un poco de la ciudad. Tenemos que pensar muy bien cual va a ser nuestro próximo movimiento, o más bien deducir qué esperaba Yuuna de nosotros. Si tiene algún topo entre los guardias debería estar vigilando quién entra y sale de prisión, pero de momento no nos han parado.
Seguí a Katsudon entre los arboles. El henge no, pero hacer el mono si que se me daba bien. Mas o menos.
—Mi madre dijo que en los bosques de este país había tigres blancos que se camuflaban con la nieve. Habrá que tener cuidado, aunque seguro que son menos peligrosos que un samurái cabreado por que se le escapan los prisioneros...
»Y hablando de eso y de Yuuna... Digamos que tu subordinado ha metido un poco la pata hasta el fondo y no era fango, aunque si marrón. Ese samurái que has noqueado despertará y sabe que fue Yuuna la que nos liberó. Quizás debimos aprovechar el disfraz para ir a buscarla en vez de huir y salvar nuestros culos.
Si, mejor. Prefería mi ropa que la de prisionero, la verdad.
»¿Sabes usar el Henge no Jutsu, verdad?
Pensaba que Katsudon me conocía un poquito mejor, pero al parecer no. Me reí como si me hubiera contado un chiste buenísimo y luego le conteste seriamente.
—No. No se utilizar ningún ninjutsu que requiera del uso de sellos. Te llevaste al peor subordinado posible para una misión de infiltración.
· · ·
Así pues, y dado que yo no podía usar el Henge, le toco a Katsudon hacer el papel de peor samurái de Oonido, sin cantar, y a mí el de prisionero. Así que fue él quien cargó mis espadas en su nuevo uniforme de general samurái. No era normal un prisionero armado.
—Recuerda: si nos interceptan, deja que hable yo. Se supone que eres un prisionero.
Asentí con la cabeza y seguí a Katsudon a través del portón. El frió era peor fuera que dentro, y mas con esa ropa que consistía tan solo en un grisáceo pijama.
No me sorprendió que nevera, si que la noche estuviera empezando a asomarse. Por que esto último era una jodida ventaja. El frió era lo peor, pero una vez a salvo podría vestirme y seria menos horrible.
Caminamos como mejor supimos a través de la nieve hasta que sucedió lo que tenía que suceder y un samurái nos paró. Hice caso a katsudon y solo agache la cabeza mientras el hablaba.
—Eh... general, disculpe, pero... ¿a dónde se lleva a ese prisionero? Koichi-sama ordenó expresamente que...
—Soldado, Koichi acaba de ordenarme que le lleve al prisionero para hablar con él.
—¿Está seguro? Koichi dijo que...
—¿¡Quieres acompañarme a preguntárselo tú mismo, zoquete!? —abroncó Katsudon, cruzándose de brazos. Algo le dijo a Reiji que se lo estaba pasando bien—. ¿Acaso has olvidado cual es tu posición?
—No, mi general, lo sie...
—¡Ni lo siento ni lo sienta! ¡Venga, coño, que hace frío hoy y tenemos prisa!
—S... sí, señor, ya me... ya...
El samurái huyó con el rabo entre las piernas y nosotros continuamos nuestro camino. Katsudon estaba haciendo bien su papel de peor samurái de Oonido, eso se lo tenia que conceder.
Tras un par de giros más y al final de un callejón que entre el frio y la nieve se me hizo eterno, apareció la salida. O mejor dicho, la entrada al bosque. El único sitio que había en los alrededores para escondernos.
—Vamos, saltemos al otro lado y alejémonos un poco de la ciudad. Tenemos que pensar muy bien cual va a ser nuestro próximo movimiento, o más bien deducir qué esperaba Yuuna de nosotros. Si tiene algún topo entre los guardias debería estar vigilando quién entra y sale de prisión, pero de momento no nos han parado.
Seguí a Katsudon entre los arboles. El henge no, pero hacer el mono si que se me daba bien. Mas o menos.
—Mi madre dijo que en los bosques de este país había tigres blancos que se camuflaban con la nieve. Habrá que tener cuidado, aunque seguro que son menos peligrosos que un samurái cabreado por que se le escapan los prisioneros...
»Y hablando de eso y de Yuuna... Digamos que tu subordinado ha metido un poco la pata hasta el fondo y no era fango, aunque si marrón. Ese samurái que has noqueado despertará y sabe que fue Yuuna la que nos liberó. Quizás debimos aprovechar el disfraz para ir a buscarla en vez de huir y salvar nuestros culos.