15/12/2019, 14:04
Ren intentó zafarse del agarre del hombre; pero enseguida comprobó que las manos y los brazos del extraño eran fuertes, mucho más fuertes que ella, y aún más fuerte era su desesperación.
—P-Pero que... ¿Eres el dueño de esas bestias o algo así?
—D... Dueño... No... No exactamente... —balbuceó, tembloroso—. Yo... estaba practicando la Técnica de Invocación en un parque aislado, cerca de aquí. Pero... pero... Creo que se me ha ido un poco de las manos.
«Oh, no...» Ayame no pudo sino abrir los ojos de par en par, con el sudor frío perlando su frente.
—Estás... ¿Estás diciendo que esos jabalíes son invocaciones fuera de control? —repitió ella, pálida como la cera.
Y él asintió profusamente varias veces. Ayame ni siquiera se esperó a comprobar si Ren comprendía la gravedad del asunto. Se dio media vuelta y echó a correr. El hombre la acompañó y, al comprobar que Ren no era capaz de seguirles el paso, la tomó sin ningún tipo de delicadeza y se la colgó del hombro como un saco de patatas.
—¿Vais...? ¿Vais a ayudarme?
—¡Hombre! ¡Desde luego no podemos dejar a los animales sueltos por ahí! Podrían resultar heridos, o herir a otras personas... ¡Daruu salió corriendo detrás de un jabalí enorme con un solo colmillo! ¡Tenemos que detenerle antes de que haga alguna locura!
—¡¿DETRÁS DEL GRAN ŌSHISHI?! —gritó, aterrorizado.
Y hubo algo en el tono de su voz que le puso los pelos de punta a Ayame.
Daruu consiguió cubrirse con su escudo a tiempo de quedar con una bonita marca permanente en su rostro. Lamentablemente, o afortunadamente, no tendría nada de lo que fardar a sus futuros nietos.
Tras caer al suelo, rodando y empapándose de los pies a la cabeza, volvió a levantarse entre gruñidos.
—¡Pero bueno! —exclamó, extendiendo los brazos lleno de rabia—. ¡No, si ahora el puto cerdo también va a usar el chakra y todo! ¡Me cago en todos los dioses de Oonindo!
Y la blasfemia hizo que Amenokami descargara con aún más fuerza su tormenta sobre ellos. El jabalí, mientras tanto, emitió un ronco y seco gruñido que a cualquier oído podría haber sido una risotada. Y cuando Daruu volvió a envolver su espada en Raiton, sus ojos fueron testigos de algo muy peculiar: el único colmillo del jabalí también se estaba envolviendo en chakra puro, de forma similar a como lo estaba haciendo él.
—Vamos. Adelante, rayón —le soltó, con voz grave y ronca.
Y, sin darle tiempo a responder, se propulsó con las patas y se lanzó con todas sus fuerzas hacia delante, dispuesto a arremeter con todo lo que se interpusiera entre él y su objetivo.
—P-Pero que... ¿Eres el dueño de esas bestias o algo así?
—D... Dueño... No... No exactamente... —balbuceó, tembloroso—. Yo... estaba practicando la Técnica de Invocación en un parque aislado, cerca de aquí. Pero... pero... Creo que se me ha ido un poco de las manos.
«Oh, no...» Ayame no pudo sino abrir los ojos de par en par, con el sudor frío perlando su frente.
—Estás... ¿Estás diciendo que esos jabalíes son invocaciones fuera de control? —repitió ella, pálida como la cera.
Y él asintió profusamente varias veces. Ayame ni siquiera se esperó a comprobar si Ren comprendía la gravedad del asunto. Se dio media vuelta y echó a correr. El hombre la acompañó y, al comprobar que Ren no era capaz de seguirles el paso, la tomó sin ningún tipo de delicadeza y se la colgó del hombro como un saco de patatas.
—¿Vais...? ¿Vais a ayudarme?
—¡Hombre! ¡Desde luego no podemos dejar a los animales sueltos por ahí! Podrían resultar heridos, o herir a otras personas... ¡Daruu salió corriendo detrás de un jabalí enorme con un solo colmillo! ¡Tenemos que detenerle antes de que haga alguna locura!
—¡¿DETRÁS DEL GRAN ŌSHISHI?! —gritó, aterrorizado.
Y hubo algo en el tono de su voz que le puso los pelos de punta a Ayame.
. . .
Daruu consiguió cubrirse con su escudo a tiempo de quedar con una bonita marca permanente en su rostro. Lamentablemente, o afortunadamente, no tendría nada de lo que fardar a sus futuros nietos.
Tras caer al suelo, rodando y empapándose de los pies a la cabeza, volvió a levantarse entre gruñidos.
—¡Pero bueno! —exclamó, extendiendo los brazos lleno de rabia—. ¡No, si ahora el puto cerdo también va a usar el chakra y todo! ¡Me cago en todos los dioses de Oonindo!
Y la blasfemia hizo que Amenokami descargara con aún más fuerza su tormenta sobre ellos. El jabalí, mientras tanto, emitió un ronco y seco gruñido que a cualquier oído podría haber sido una risotada. Y cuando Daruu volvió a envolver su espada en Raiton, sus ojos fueron testigos de algo muy peculiar: el único colmillo del jabalí también se estaba envolviendo en chakra puro, de forma similar a como lo estaba haciendo él.
—Vamos. Adelante, rayón —le soltó, con voz grave y ronca.
Y, sin darle tiempo a responder, se propulsó con las patas y se lanzó con todas sus fuerzas hacia delante, dispuesto a arremeter con todo lo que se interpusiera entre él y su objetivo.