20/12/2019, 23:33
Pero cuando Reiji solicitó a Katsudon que ejecutase el Henge no Jutsu, Yuuna extendió los brazos enseñándoles las palmas de las manos.
—No será necesario.
—Conocemos a los ninjas, Reiji-san —dijo Yamato, dirigiéndose por primera vez a él por su nombre—. Nos hemos enfrentado a ellos más de una vez.
—Aunque me suene que quizás también pueda haber técnicas para lavar el cerebro. ¿A ti te suena Katsudon? Te veo mas puesto con el tema del ninjutsu.
—Es sin duda una posibilidad real —contestó el hombre.
—Es la que barajamos —dijo Yuuna—, pero por eso no podemos hacer nada.
—¿A qué te refieres?
—Como ya os hemos dicho, muchos de esos hombres harán cualquier cosa que diga Koichi-dono por pura lealtad, sobretodo porque, sea quien sea que la está manipulando está procurando ser totalmente fiel a la real —explicó Yamato—. Los que estamos más cercanos a ella lo notamos más, y aún así simplemente parece más... más... temperamental que de costumbre.
»Nos superan en número de diez a uno. Si entramos ahí, o morimos todos o causamos una masacre entre los nuestros. No podemos hacerlo.
Katsudon apretó los puños y bajó la mirada, visiblemente molesto.
—¿No hay nada... que podamos...?
—Hay una cosa.
—No será necesario.
—Conocemos a los ninjas, Reiji-san —dijo Yamato, dirigiéndose por primera vez a él por su nombre—. Nos hemos enfrentado a ellos más de una vez.
—Aunque me suene que quizás también pueda haber técnicas para lavar el cerebro. ¿A ti te suena Katsudon? Te veo mas puesto con el tema del ninjutsu.
—Es sin duda una posibilidad real —contestó el hombre.
—Es la que barajamos —dijo Yuuna—, pero por eso no podemos hacer nada.
—¿A qué te refieres?
—Como ya os hemos dicho, muchos de esos hombres harán cualquier cosa que diga Koichi-dono por pura lealtad, sobretodo porque, sea quien sea que la está manipulando está procurando ser totalmente fiel a la real —explicó Yamato—. Los que estamos más cercanos a ella lo notamos más, y aún así simplemente parece más... más... temperamental que de costumbre.
»Nos superan en número de diez a uno. Si entramos ahí, o morimos todos o causamos una masacre entre los nuestros. No podemos hacerlo.
Katsudon apretó los puños y bajó la mirada, visiblemente molesto.
—¿No hay nada... que podamos...?
—Hay una cosa.
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