23/12/2019, 22:35
—¡Reiji...!
No. No sabia callarme. ¿Pero tenía que hacerlo? ¿Por que confiaba ciegamente Katsudon en ellos? ¿Que no me contaban?
—Eres un necio y un desagradecido —Oh claro, muchas gracias por sacarme de la carcel en la que los tuyos me han metido—. Os dimos la llave para escapar y personalmente me he jugado el cuello de mis hombres para venir a buscaros junto a Yuuna. Y aún así...
Oh, disculpe señor samurái, fue un placer jugarme la vida contra esos ninjas de Kurama que se colaron en vuestro pueblo y creer ver a mi compañero morir. Fue un placer que me encerraran por matar a unos ninjas que habían violado vuestra seguridad. Fue un placer que contestaran a mis explicaciones con bofetadas. Fue un placer escuchar a los tuyos amenazar con torturar a Katsudon. Fue un placer estar en una celda por no cometer ningún crimen.
—Déjalo. Parece que el viaje que hicimos juntos no sirvió para nada. Parece que cruzar los aceros conmigo no sirvió para nada.
¿Cruzar los aceros? Aquella pelea había sido solo una juego de niños para ella. Se había contenido. No había peleado de verdad.
—Yuuna-san, espere, está frustrado por todo lo que ha...
Si. Pero no. Allí todo el mundo escuchaba y entendía lo que le daba la gana. No estaba solo frustrado. Estaba confuso.
—Y mi madre tal vez haya muerto, y me disponía a abandonar a mi País y a mi gente durante meses como un último recurso. Yo también estoy frustrada. No os preocupéis. Buscaremos otra manera si es necesario. Lamento el trato que se os dio aquí. —Lo peor no había sido el trato. Lo peor era el silencio y las medias verdades. Lo peor era no saber que estaba pasando ni por que. Era como darle vueltas a la misma roca sin saberlo—. La reconoces, ¿verdad, herrero? Ahí tienes tu maldita prueba. Aunque ya no te haga falta.
—¡No estoy frustrado, estoy confuso! —Grité en la dirección en la que yuuna se marchaba. —¡Me contáis a las cosas a medias, omitis cosas, no me explicáis todo! —Ninguno, ni siquiera Katsudon. —¡Ninguno confíais en mi, pero me pedís que confíe a ciegas en todos vosotros, maldita sea!
Le di un puñetazo con todas mis fuerzas al árbol mas cercano, ahora si, frustrado. Lo golpee con tanta fuerza que me hice una herida en la mano. Pero la herida empezó a curarse enseguida.
—¡Dejame desangrarme!
Grité de nuevo frustrado mientras volví a golpear el árbol, que de nada tenia culpa. Otra vez sin existo. Sabia que Gyūki no me escuchaba, y a el también había pensado en fallarle. Pero me daba igual. Solo quería desahogarme, y ni siquiera eso estaba permitido para un inútil como yo.
—¡Dejame sangrar la ira! —Otro golpe. —¡La Rabia! — y otro. —¡El odio!
Seguí gritando y golpeando el árbol. A la larga, seguramente me quedaría afónico. Con suerte, consiguia herirme mas de lo que podía curar el poder del bijuu. Incluso, estaba seguro que podía continuar hasta romperme los nudillos.
—¡No quiero estos sentimientos dentro de mi!
Me confundían. Me cargaban. Me hacían ser algo que no era yo. Pensar en cosas en las que no pensaría yo. Decir tonterías que no diría yo.
Pero para mi era todo la primera vez. Y no sabia manejar las cosas. Ni la situación. No sabia nada.
Al final todo se reducía a lo mismo. Yo no era más que un idiota inútil. Una carga. No estaba hecho para todo eso.
No era más que una espada mal forjada, que cuando se ponía a prueba se temple, se rompía.
—Tenias que haberme dejado en aquella celda...
Se lo dije a Katsudon, pero ni siquiera me digne en mirarle.
No. No sabia callarme. ¿Pero tenía que hacerlo? ¿Por que confiaba ciegamente Katsudon en ellos? ¿Que no me contaban?
—Eres un necio y un desagradecido —Oh claro, muchas gracias por sacarme de la carcel en la que los tuyos me han metido—. Os dimos la llave para escapar y personalmente me he jugado el cuello de mis hombres para venir a buscaros junto a Yuuna. Y aún así...
Oh, disculpe señor samurái, fue un placer jugarme la vida contra esos ninjas de Kurama que se colaron en vuestro pueblo y creer ver a mi compañero morir. Fue un placer que me encerraran por matar a unos ninjas que habían violado vuestra seguridad. Fue un placer que contestaran a mis explicaciones con bofetadas. Fue un placer escuchar a los tuyos amenazar con torturar a Katsudon. Fue un placer estar en una celda por no cometer ningún crimen.
—Déjalo. Parece que el viaje que hicimos juntos no sirvió para nada. Parece que cruzar los aceros conmigo no sirvió para nada.
¿Cruzar los aceros? Aquella pelea había sido solo una juego de niños para ella. Se había contenido. No había peleado de verdad.
—Yuuna-san, espere, está frustrado por todo lo que ha...
Si. Pero no. Allí todo el mundo escuchaba y entendía lo que le daba la gana. No estaba solo frustrado. Estaba confuso.
—Y mi madre tal vez haya muerto, y me disponía a abandonar a mi País y a mi gente durante meses como un último recurso. Yo también estoy frustrada. No os preocupéis. Buscaremos otra manera si es necesario. Lamento el trato que se os dio aquí. —Lo peor no había sido el trato. Lo peor era el silencio y las medias verdades. Lo peor era no saber que estaba pasando ni por que. Era como darle vueltas a la misma roca sin saberlo—. La reconoces, ¿verdad, herrero? Ahí tienes tu maldita prueba. Aunque ya no te haga falta.
—¡No estoy frustrado, estoy confuso! —Grité en la dirección en la que yuuna se marchaba. —¡Me contáis a las cosas a medias, omitis cosas, no me explicáis todo! —Ninguno, ni siquiera Katsudon. —¡Ninguno confíais en mi, pero me pedís que confíe a ciegas en todos vosotros, maldita sea!
Le di un puñetazo con todas mis fuerzas al árbol mas cercano, ahora si, frustrado. Lo golpee con tanta fuerza que me hice una herida en la mano. Pero la herida empezó a curarse enseguida.
—¡Dejame desangrarme!
Grité de nuevo frustrado mientras volví a golpear el árbol, que de nada tenia culpa. Otra vez sin existo. Sabia que Gyūki no me escuchaba, y a el también había pensado en fallarle. Pero me daba igual. Solo quería desahogarme, y ni siquiera eso estaba permitido para un inútil como yo.
—¡Dejame sangrar la ira! —Otro golpe. —¡La Rabia! — y otro. —¡El odio!
Seguí gritando y golpeando el árbol. A la larga, seguramente me quedaría afónico. Con suerte, consiguia herirme mas de lo que podía curar el poder del bijuu. Incluso, estaba seguro que podía continuar hasta romperme los nudillos.
—¡No quiero estos sentimientos dentro de mi!
Me confundían. Me cargaban. Me hacían ser algo que no era yo. Pensar en cosas en las que no pensaría yo. Decir tonterías que no diría yo.
Pero para mi era todo la primera vez. Y no sabia manejar las cosas. Ni la situación. No sabia nada.
Al final todo se reducía a lo mismo. Yo no era más que un idiota inútil. Una carga. No estaba hecho para todo eso.
No era más que una espada mal forjada, que cuando se ponía a prueba se temple, se rompía.
—Tenias que haberme dejado en aquella celda...
Se lo dije a Katsudon, pero ni siquiera me digne en mirarle.