23/12/2019, 23:09
—¡CÁLLATE! —bramó Katsudon a Reiji, interrumpiendo su monólogo, justo después de que el muchacho acusara a Yuuna de contar las cosas a medias. Por primera vez, Reiji se vio obligado a mirarle. Y cuando vio su mirada, por primera vez, se sintió realmente pequeño. No como su autoinflingido sentido de la deshonra le decía, sino de verdad. Por primera vez, Katsudon parecía el gigante que en verdad era—. Callarás, te estarás quieto, y ya hablaremos luego de todo esto. —Hasta Yuuna y Yamato se quedaron petrificados en el sitio. La mujer encaminó la espada lentamente. Katsudon dio un paso hacia adelante—. Pido disculpas —El gigante inclinó la espalda en un ángulo de casi noventa grados—. Primero, en nombre de mi alumno, quien claramente está pasando por un momento que es incapaz de procesar. Y segundo, en mi nombre, jōnin de Uzushiogakure, por no ser capaz de controlar una situación así con un genin a mi cargo.
—Tsk. —Yuuna miró con tristeza a Reiji, quien había llegado a considerar un amigo. ¿Por qué actuaba de aquella manera?—. No he contado ninguna verdad a medias. No he omitido nada. Os he pedido ayuda. Os he pedido perdón. ¿Qué más queréis de mi?
—Yuuna-sama, deberíamos irnos. Los hombres de Koichi-dono van a sospechar...
—Katsudon-san. ¿Aceptas mi petición todavía? Iré yo sola. No vendrá nadie conmigo. Les he ordenado que finjan que me escapé con vosotros. Supongo que no está alejado de la realidad...
Yamato gruñó por lo bajo.
—...sí. Puedes venir con nosotros. Estoy seguro de que Hanabi escuchará —asintió Katsudon.
Yuuna miró a Yamato. Ambos se asintieron con la cabeza.
—Cuídese, Yuuna-sama. Contáctenos cuando llegue sana y salva.
—A medianoche, todos los días, con el Hilo.
Yamato sonrió. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla. Asió su casco con fuerza y lo vistió.
—Con el Hilo. —Yamato se perdió entre el bosque.
Yuuna suspiró y se acercó a Reiji. Katsudon gruñó y los miró a ambos. No confiaba en lo que pudiera suceder.
—Gyūki confió su chakra en ti. Eso sólo puede significar que vio bondad dentro de tu corazón —dijo—. No necesito que tú confíes en mí, pero a pesar de todo yo sí que lo haría. Sí que te confiaría mi vida. —Yuuna sollozó y se dio la vuelta, echando a caminar—. Hay un largo trecho hasta el barco. Será mejor que nos pongamos a ello.
Katsudon miró a Reiji, indicándole severo y sin palabras que, por el momento, convenía reflexionar, no quedarse con la última palabra.
—Tsk. —Yuuna miró con tristeza a Reiji, quien había llegado a considerar un amigo. ¿Por qué actuaba de aquella manera?—. No he contado ninguna verdad a medias. No he omitido nada. Os he pedido ayuda. Os he pedido perdón. ¿Qué más queréis de mi?
—Yuuna-sama, deberíamos irnos. Los hombres de Koichi-dono van a sospechar...
—Katsudon-san. ¿Aceptas mi petición todavía? Iré yo sola. No vendrá nadie conmigo. Les he ordenado que finjan que me escapé con vosotros. Supongo que no está alejado de la realidad...
Yamato gruñó por lo bajo.
—...sí. Puedes venir con nosotros. Estoy seguro de que Hanabi escuchará —asintió Katsudon.
Yuuna miró a Yamato. Ambos se asintieron con la cabeza.
—Cuídese, Yuuna-sama. Contáctenos cuando llegue sana y salva.
—A medianoche, todos los días, con el Hilo.
Yamato sonrió. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla. Asió su casco con fuerza y lo vistió.
—Con el Hilo. —Yamato se perdió entre el bosque.
Yuuna suspiró y se acercó a Reiji. Katsudon gruñó y los miró a ambos. No confiaba en lo que pudiera suceder.
—Gyūki confió su chakra en ti. Eso sólo puede significar que vio bondad dentro de tu corazón —dijo—. No necesito que tú confíes en mí, pero a pesar de todo yo sí que lo haría. Sí que te confiaría mi vida. —Yuuna sollozó y se dio la vuelta, echando a caminar—. Hay un largo trecho hasta el barco. Será mejor que nos pongamos a ello.
Katsudon miró a Reiji, indicándole severo y sin palabras que, por el momento, convenía reflexionar, no quedarse con la última palabra.
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