24/12/2019, 03:27
(Última modificación: 26/03/2020, 02:27 por Hanamura Kazuma. Editado 1 vez en total.)
Justo cuando solo quedaban algunos bloques, y cuando un instante de duda le hubiese costado caro, Datsue logro dar con el bloque perfecto.
—Nunca subestimes la utilidad de un buen y simple kunai, ¿no? —susurro Nayano para sí misma, al ver el alivio en el rostro del Uchiha.
—Parece que Datsue-san lo logro, sensei —comento Kazuma.
Aunque el amigo de Juro estaba a salvo, la competencia continuaba. Nayano seguía sentada en su estrado, esperando que la negra arena del reloj se acabase. Sin embargo, ya no quedaban material aceptable, y ella lo sabía: entre la montaña de menas, que constaba de unos cien bloques, solo había siete que podían pasar la prueba. Datsue se había hecho con una, el alquimista con dos, el del martillo con dos, el calvo que saboreaba las piedras con una y otro muchacho con la última (que llamaba la atención por haber sido el primero en terminar y por parecer que escogía al azar). Es decir, de diez y ocho participantes, solo cinco habían logrado el objetivo primario. Pero apenas habían pasado tres cuartos de hora, ¿Por qué continuar con la prueba si ya todo estaba hecho? Pues en Oonindo había pocas personas capaces de sonreír con la voracidad de un escualo, y una de ellas era la jueza que allí estaba sentada, mostrándole a todos la respuesta. Entre el público comenzaban a escucharse murmullos, palabras sobre aquellos que ya habían terminado y los que no. Mucha de esa gente no habría podido darse cuenta de la mecánica oculta de los bloques, por lo que les resultaba imposible entender que ya todo había acabado. Algunos competidores, desesperados escarbaban entre las piedras inútiles como desamparados buscando entre la basura; otros estaban sentados, mirando a la nada como perdidos. Algunos se hacían los indiferentes, pero había uno que no pudo evitar romper a llorar, haciendo notar a los otros que se sabían derrotados que ellos también querían hacer lo mismo. El tiempo pasaba y la sensación dentro de la plaza se hacía cada vez peor, el ver que todo había terminado pero que seguían allí, era como ver a los vencedores entres los cadáveres del campo de batalla. Para cuando termino el tiempo, muchos estaban tan emocionalmente destrozados que era probable que no compitiesen más; pues una cosa era ser derrotado, pero otra distinta y mucho mayor era ser exhibido con semejante vergüenza en una especie de crucifixión metafórica.
—Es tiempo, los que se sepan perdedores abandonen la arena —espeto la jueza, mientras se acercaba a revisar las piedras seleccionadas—. ¡Bien, esta es perfecta! Has escogido bien, competidor 44, aunque parece que fue por poco… No me suena tu rostro, ¿Cuál es tu nombre y a que herrería sirves?
Luego de escuchar la respuesta de Datsue y darle algunas palabras si era necesario, Nayano se acercó a examinar las otras piedras, con momentos en donde casi abofetea a quienes osaron presentar algo menos que ejemplar.
—Bien con esto ha concluido la prueba —declaro mientras subía de nuevo a su estrado—. En cada competencia hay tres lugares, que pueden ser compartidos e individuales, de manera que para quien logre el primero se otorgaran tres puntos, dos para el segundo y uno para el tercero. En esta ronda el primero es el número 44 y el número 77, seguido de… —y menciono los otros nombres y puestos, de aquellos que habían conseguido piedras de grado menor, porque solo había dos de grado 100, dos de 99 y tres de 98.
—El 77… —comento Kazuma—. Es aquel chico que termino de primero y que parecía muy despreocupado.
—Los ganadores tienen la “ventaja” de que será con su roca seleccionada, y no con una mediocre (de otro proveedor), con la que trabajaran en la siguiente ronda. Así que manténganla a buen resguardo…
»Tendran algo de tiempo para descansar. ¡Pero no se confíen! Esta competencia los pondrá a prueba de maneras que no se podrían imaginar, la primera ronda es prueba de ello: un buen herrero puede hacer una buena arma con material mediocre; pero solo un excelente herrero es capaz de hacer un arma excepcional haciendo uso del mejor metal, sacando todo su potencial. ¡Es allí donde entramos los proveedores: debemos de asegurarles el mejor material, pues un solo error en la extracción o en la evaluación y lo perderemos todo (la oportunidad, la confianza y el dinero: es decir la vida)! Recuerden eso, den lo mejor y no se pongan en vergüenza a ustedes ni a este evento.
—Que señora —silbo Kazuma, impresionado por aquel tiburón de los negocios—. Si no recuerdo mal, es una comerciante, dueña de varios yacimientos que importan mineral a todo el continente… Da un poco de miedo, no es difícil imaginársela como capataz en una mina a cielo abierto, repartiendo latigazos e insultos a los lentos y a los torpes.
»Bueno, ¿Deberiamos bajar y felicitar a su Datsue-san? —pregunto a su maestro.
Luego de aquello, los competidores podrían retirarse o quedarse en la arena para saludar a las personas del público que quisiesen conocerles y admirarles.
—Nunca subestimes la utilidad de un buen y simple kunai, ¿no? —susurro Nayano para sí misma, al ver el alivio en el rostro del Uchiha.
—Parece que Datsue-san lo logro, sensei —comento Kazuma.
Aunque el amigo de Juro estaba a salvo, la competencia continuaba. Nayano seguía sentada en su estrado, esperando que la negra arena del reloj se acabase. Sin embargo, ya no quedaban material aceptable, y ella lo sabía: entre la montaña de menas, que constaba de unos cien bloques, solo había siete que podían pasar la prueba. Datsue se había hecho con una, el alquimista con dos, el del martillo con dos, el calvo que saboreaba las piedras con una y otro muchacho con la última (que llamaba la atención por haber sido el primero en terminar y por parecer que escogía al azar). Es decir, de diez y ocho participantes, solo cinco habían logrado el objetivo primario. Pero apenas habían pasado tres cuartos de hora, ¿Por qué continuar con la prueba si ya todo estaba hecho? Pues en Oonindo había pocas personas capaces de sonreír con la voracidad de un escualo, y una de ellas era la jueza que allí estaba sentada, mostrándole a todos la respuesta. Entre el público comenzaban a escucharse murmullos, palabras sobre aquellos que ya habían terminado y los que no. Mucha de esa gente no habría podido darse cuenta de la mecánica oculta de los bloques, por lo que les resultaba imposible entender que ya todo había acabado. Algunos competidores, desesperados escarbaban entre las piedras inútiles como desamparados buscando entre la basura; otros estaban sentados, mirando a la nada como perdidos. Algunos se hacían los indiferentes, pero había uno que no pudo evitar romper a llorar, haciendo notar a los otros que se sabían derrotados que ellos también querían hacer lo mismo. El tiempo pasaba y la sensación dentro de la plaza se hacía cada vez peor, el ver que todo había terminado pero que seguían allí, era como ver a los vencedores entres los cadáveres del campo de batalla. Para cuando termino el tiempo, muchos estaban tan emocionalmente destrozados que era probable que no compitiesen más; pues una cosa era ser derrotado, pero otra distinta y mucho mayor era ser exhibido con semejante vergüenza en una especie de crucifixión metafórica.
—Es tiempo, los que se sepan perdedores abandonen la arena —espeto la jueza, mientras se acercaba a revisar las piedras seleccionadas—. ¡Bien, esta es perfecta! Has escogido bien, competidor 44, aunque parece que fue por poco… No me suena tu rostro, ¿Cuál es tu nombre y a que herrería sirves?
Luego de escuchar la respuesta de Datsue y darle algunas palabras si era necesario, Nayano se acercó a examinar las otras piedras, con momentos en donde casi abofetea a quienes osaron presentar algo menos que ejemplar.
—Bien con esto ha concluido la prueba —declaro mientras subía de nuevo a su estrado—. En cada competencia hay tres lugares, que pueden ser compartidos e individuales, de manera que para quien logre el primero se otorgaran tres puntos, dos para el segundo y uno para el tercero. En esta ronda el primero es el número 44 y el número 77, seguido de… —y menciono los otros nombres y puestos, de aquellos que habían conseguido piedras de grado menor, porque solo había dos de grado 100, dos de 99 y tres de 98.
—El 77… —comento Kazuma—. Es aquel chico que termino de primero y que parecía muy despreocupado.
—Los ganadores tienen la “ventaja” de que será con su roca seleccionada, y no con una mediocre (de otro proveedor), con la que trabajaran en la siguiente ronda. Así que manténganla a buen resguardo…
»Tendran algo de tiempo para descansar. ¡Pero no se confíen! Esta competencia los pondrá a prueba de maneras que no se podrían imaginar, la primera ronda es prueba de ello: un buen herrero puede hacer una buena arma con material mediocre; pero solo un excelente herrero es capaz de hacer un arma excepcional haciendo uso del mejor metal, sacando todo su potencial. ¡Es allí donde entramos los proveedores: debemos de asegurarles el mejor material, pues un solo error en la extracción o en la evaluación y lo perderemos todo (la oportunidad, la confianza y el dinero: es decir la vida)! Recuerden eso, den lo mejor y no se pongan en vergüenza a ustedes ni a este evento.
—Que señora —silbo Kazuma, impresionado por aquel tiburón de los negocios—. Si no recuerdo mal, es una comerciante, dueña de varios yacimientos que importan mineral a todo el continente… Da un poco de miedo, no es difícil imaginársela como capataz en una mina a cielo abierto, repartiendo latigazos e insultos a los lentos y a los torpes.
»Bueno, ¿Deberiamos bajar y felicitar a su Datsue-san? —pregunto a su maestro.
Luego de aquello, los competidores podrían retirarse o quedarse en la arena para saludar a las personas del público que quisiesen conocerles y admirarles.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)