28/12/2019, 15:35
El colmillo del enorme jabalí jamás llegó a alcanzar a Daruu, ni siquiera chocó contra su impenetrable escudo. En un gesto sorpresivo, el suelo se abrió justo debajo del animal y liberó un potente chorro de agua que se alzó en el aire en forma de géiser, arrastrando al animal con él. Pero Daruu también tuvo que pagar el precio de su ofensiva: la fuera arrolladora del agua rompió su escudo, hiriéndole a él en el proceso y derribándolo contra el suelo. Ambos cayeron prácticamente al mismo tiempo, pero el cerdo salvaje lo hizo con mayor estrépito y el suelo rugió y tembló bajo su peso, levantando una nube de polvo que le cubrió durante varios instantes.
Instantes justo antes de que se oyera un fuerte estruendo, el suelo volviera a temblar con una violencia tal que haría perder el equilibrio a cualquiera que se encontrara sobre él y el cemento en dirección a Daruu se resquebrajara repentinamente, como un rayo atravesándolo a toda velocidad, dispuesto a engullirlo entre sus fauces.
. . .
El hombre ni siquiera respondió a las protestas de la joven genin. La situación era desesperada, y no se podía andar con delicadezas. Tenían que llegar hasta donde estaba el Gran Ōshishi, ¡y tenían que hacerlo rápido!
—¿P... pero qué...? —preguntó en voz alta una jadeante Ayame, tras varios largos minutos de carrera
—¡No, no, no, NO! —aulló el hombre, aumentando la velocidad al máximo. El cuerpo de Ren se zarandeaba de cualquier manera sobre sus hombros. Definitivamente, había abandonado cualquier tipo de delicadeza que pudiera haber tenido.
Y es que, allá en la distancia, ambos habían visto lo impensable: Un jabalí alzándose de manera antinatural en el aire, antes de caer de nuevo al suelo con un fuerte estrépito que les obligó a detenerse momentáneamente para no perder el equilibro y caer al suelo.
—¡Parad! ¡Parad! ¡PARAD! —gritó el hombre, justo después de soltar a Ren de cualquier manera en el suelo, y echar a correr hacia el Gran Ōshishi y el muchacho que se estaba enfrentando a él.
Pero el Gran Ōshishi, desoyendo sus réplicas, acababa de estampar sus pezuñas delanteras en el suelo y una gran grieta avanzó a gran velocidad hacia su contrincante.