1/01/2020, 22:40
El joven Uchiha se encendió un cigarrillo mientras la Anciana y Ryu, probablemente los dos miembros más antiguos y célebres de Dragón Rojo, discutían de una forma tan airada como nunca antes Akame les había visto sobre el quinto integrante del séquito. En su fuero interno Akame estaba de acuerdo con la Anciana; aquella carta que tanto le gustaba jugar a Sekiryuu, la de gozar de un poder supuestamente inalcanzable y un líder inmortal que gustaba de ser reverenciado como un Dios —«qué pretencioso, joder»— estaba más que quemada. O lo estaría, si alguna vez Ryu se veía obligado a respaldar las habladurías con los hechos. Por lo que contaba la Anciana, quizás hasta Kaido había sido capaz de vencerle.
Sin embargo, Akame no dijo palabra. Se limitó a fumar y escuchar, dos cosas que se le daban rematadamente bien —y desde luego, mucho mejor que hablar—, hasta que hubo un consenso. Conforme con el mismo, el joven Uchiha se limitó a asentir con una discreta sonrisa en los labios mientras sus ojos inteligentes sondeaban el lugar, tratando de escudriñar en los rostros de la banda sus reacciones al desenlace de la reunión.
Sin embargo, Akame no dijo palabra. Se limitó a fumar y escuchar, dos cosas que se le daban rematadamente bien —y desde luego, mucho mejor que hablar—, hasta que hubo un consenso. Conforme con el mismo, el joven Uchiha se limitó a asentir con una discreta sonrisa en los labios mientras sus ojos inteligentes sondeaban el lugar, tratando de escudriñar en los rostros de la banda sus reacciones al desenlace de la reunión.