11/01/2020, 00:11
Los agudos ojos del Hyuga fueron capaces de ver más allá de la densa humareda de polvo, y el shinobi se preparó para el inminente ataque que estaba por venir. El suelo se resquebrajaba hacia él a toda velocidad, serpenteando como un rayo, y con un solo gesto de sus manos expelió un torrente de agua que rellenó la grieta e impidió que se hundiera en sus profundidades. Pero, aún así, los fragmentos de tierra arañaron sus brazos y su torso, causándole varias heridas (-30 PV).
—¡Daruu! —exclamó Ayame, preocupada y alarmada a partes iguales.
Pero él, tras reincorporarse, se giró hacia su extrafalario acompañante.
—¿¡Has venido a ayudar o piensas quedarte ahí gritándome que pare de defenderme!?
—Y... yo... —balbuceó el shinobi vestido con pieles, repentinamente amedrentado.
—¡A este paso alguien mas acabara herido! ¡¿No deberías tener algún tipo de control sobre lo que has invocado?! ¡Yo que se, al menos unas ordenes básicas como para que se siente o te de la patita!
Ayame observaba en silencio cómo el hombre apretaba las mandíbulas y los puños hasta el punto de temblar. Estaba claro que la situación escapaba a su control, y no parecía ser capaz de reunir la suficiente entereza para resolverlo por sí mismo. Mientras tanto, el gran Ōshishi se había vuelto hacia el que se suponía que era su invocador y soltó una seca risotada cargada de desprecio.
—¡JA! ¡¿CONTROLARME?! ¡¿Ese rayón enclenque?! ¡¿Con quién creéis que estáis hablando, cerditos?! ¡¡¡EL GRAN ŌSHISHI NO ES EL PUERCO DE NADIE!!! ¡¡¡ESTE JAMÓN ES PURA PATA NEGRA!!!
El enorme animal giró sobre sus pezuñas y sacudió la cabeza a un lado y a otro, pasando por todos los presentes. Estando en esa desventaja numérica, frente a cuatro shinobi, parecía estar meditando muy bien su siguiente movimiento. Algo a lo que, era muy evidente por la extraña mueca de su porcino gesto, no estaba nada acostumbrado.
—¡Daruu! —exclamó Ayame, preocupada y alarmada a partes iguales.
Pero él, tras reincorporarse, se giró hacia su extrafalario acompañante.
—¿¡Has venido a ayudar o piensas quedarte ahí gritándome que pare de defenderme!?
—Y... yo... —balbuceó el shinobi vestido con pieles, repentinamente amedrentado.
—¡A este paso alguien mas acabara herido! ¡¿No deberías tener algún tipo de control sobre lo que has invocado?! ¡Yo que se, al menos unas ordenes básicas como para que se siente o te de la patita!
Ayame observaba en silencio cómo el hombre apretaba las mandíbulas y los puños hasta el punto de temblar. Estaba claro que la situación escapaba a su control, y no parecía ser capaz de reunir la suficiente entereza para resolverlo por sí mismo. Mientras tanto, el gran Ōshishi se había vuelto hacia el que se suponía que era su invocador y soltó una seca risotada cargada de desprecio.
—¡JA! ¡¿CONTROLARME?! ¡¿Ese rayón enclenque?! ¡¿Con quién creéis que estáis hablando, cerditos?! ¡¡¡EL GRAN ŌSHISHI NO ES EL PUERCO DE NADIE!!! ¡¡¡ESTE JAMÓN ES PURA PATA NEGRA!!!
El enorme animal giró sobre sus pezuñas y sacudió la cabeza a un lado y a otro, pasando por todos los presentes. Estando en esa desventaja numérica, frente a cuatro shinobi, parecía estar meditando muy bien su siguiente movimiento. Algo a lo que, era muy evidente por la extraña mueca de su porcino gesto, no estaba nada acostumbrado.