16/01/2020, 22:36
¡Puff!
Y tras aquella arrogante trampa, el Gran Ōshishi desapareció en una sonrisa nube de humo. Dejó tras de sí un paisaje desolador: la calle presentaba, al fin y al cabo, una gran grieta en el centro.
—Pero qué hijo de puta —dijo Daruu, incrédulo. Y se cruzó de brazos encarándose al extraño—. ¿Que qué vamos a hacer? Oh, no. Qué vas a hacer tú, protagonista del informe más acusatorio que escribiré a Amekoro Yui en mi puta vida.
No. Si ese hombre era el responsable de que los jabalíes destrozaran la vidriera de la Pastelería de Kiroe-chan, Daruu no iba a mostrar ni el más mínimo atisbo de piedad con él.
Y por cierto, hablando de eso...
· · ·
Amedama Kiroe dejó caer las dos bolsas de la compra en el suelo.
—¿Qué ha... por qué...? —Frustrada y confundida, la kunoichi comenzó a llorar—. ¡Si sólo he estado fuera un par de horas!
»¡¡DARUU, AYAME!! ¿¡DÓNDE ESTÁIS!? —gritó enfurecida. «¿Pero qué ha pasado aquí? ¿Habrá pasado algo...?»