17/01/2020, 11:50
De pronto, Reiji se lanzó para abrazar a Yuuna. La muchacha dejó escapar un pequeño gritito de sorpresa y por un momento se quedó rígida como una estaca. Pero finalmente aceptó la muestra de cariño y rodeó con sus brazos al shinobi, agarrándose a la tela de su ropa.
—Yo...no puedo ni imaginarme todo lo que estas pasando, y encima yo... Encima tienes que viajar con un pirata idiota y un ninja inútil —dijo Reiji.
—Un ninja inútil y una samurai fracasada... —gimió ella.
Él se separó y apartó la mirada, alejándose. Yuuna, roja de pies a cabeza, se quedó agarrándose los dedos de las manos con los ojos clavados en el suelo.
—E...e...e..en fin, creo que tienes razón, Voy a ver como lo lleva el grandullón y a descansar.
—Q-que descanses, R-Reiji.
Se dio la vuelta y agarró el timón con fuerza. El océano se extendía ante ella, infinito. Como la confusión que sentía en aquél momento. No tenía sentido, pero...
¿...pero y si lo que sentía era real?
El grandullón no lo llevaba bien.
Katsudon estaba sentado en la cama de su camarote, rodeado de un montón de latas de comida en conserva que había encontrado y que no había encontrado ni siquiera tiempo de guardar en ningún sitio. Se cogía las rodillas con los brazos y temblaba. Estaba muy pálido.
—Ho-hola, Reiji-kun —le dijo. Con todo lo grande que era, ahora parecía haberse empequeñecido muchísimo—. ¿Hay.... hay alguien controlando el barco verdad? ¿No has dejado el timón solo verdad? ¿No nos... no nos vamos a hundir verdad?
—Yo...no puedo ni imaginarme todo lo que estas pasando, y encima yo... Encima tienes que viajar con un pirata idiota y un ninja inútil —dijo Reiji.
—Un ninja inútil y una samurai fracasada... —gimió ella.
Él se separó y apartó la mirada, alejándose. Yuuna, roja de pies a cabeza, se quedó agarrándose los dedos de las manos con los ojos clavados en el suelo.
—E...e...e..en fin, creo que tienes razón, Voy a ver como lo lleva el grandullón y a descansar.
—Q-que descanses, R-Reiji.
Se dio la vuelta y agarró el timón con fuerza. El océano se extendía ante ella, infinito. Como la confusión que sentía en aquél momento. No tenía sentido, pero...
¿...pero y si lo que sentía era real?
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El grandullón no lo llevaba bien.
Katsudon estaba sentado en la cama de su camarote, rodeado de un montón de latas de comida en conserva que había encontrado y que no había encontrado ni siquiera tiempo de guardar en ningún sitio. Se cogía las rodillas con los brazos y temblaba. Estaba muy pálido.
—Ho-hola, Reiji-kun —le dijo. Con todo lo grande que era, ahora parecía haberse empequeñecido muchísimo—. ¿Hay.... hay alguien controlando el barco verdad? ¿No has dejado el timón solo verdad? ¿No nos... no nos vamos a hundir verdad?
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