17/01/2020, 18:58
«Genial, más problemas...»
Akame comenzó a masajearse las sienes con gesto reflexivo mientras Kyuutsuki describía los múltiples inconvenientes con los que podían —y a buen seguro iban a— encontrarse hasta llegar al Daimyō. Era de esperar que el tipo más poderoso del país estuviera bien protegido, pero la miríada de mafiosos, soldados, ninjas mercenarios y demás que podían interponerse en el camino de los Cabezas de Dragón era suficiente para suponer más que una molestia. Era un verdadero ejército lo que se alzaba entre ellos y Umigarasu.
El Uchiha dejó hablar a la mujer de mil rostros, tratando de grabarse a fuego los nombres de cada una de las organizaciones potencialmente hostiles; Umirōkōsai, Kurhebi...
Cuando ella terminó, Akame parecía incluso más dubitativo que antes. Su expresión había cambiado, ya no era relajada e insondable, sino que reflejaba una profunda tribulación. En su interior, se debatía consigo mismo sobre si debía hacerlo o no; sobre si merecería la pena. Si no podrían conseguirlo de otra manera. Apretó los puños; revelar su secreto más preciado a una mancha de cabrones como aquellos...
—Yo puedo llevarnos directamente a los aposentos de Umigarasu —dijo de repente—. Sólo necesito algo de chakra.
Soltada la bomba, el Uchiha se recostó en su asiento y esperó a ver la reacción de los demás Ryuto.
Akame comenzó a masajearse las sienes con gesto reflexivo mientras Kyuutsuki describía los múltiples inconvenientes con los que podían —y a buen seguro iban a— encontrarse hasta llegar al Daimyō. Era de esperar que el tipo más poderoso del país estuviera bien protegido, pero la miríada de mafiosos, soldados, ninjas mercenarios y demás que podían interponerse en el camino de los Cabezas de Dragón era suficiente para suponer más que una molestia. Era un verdadero ejército lo que se alzaba entre ellos y Umigarasu.
El Uchiha dejó hablar a la mujer de mil rostros, tratando de grabarse a fuego los nombres de cada una de las organizaciones potencialmente hostiles; Umirōkōsai, Kurhebi...
Cuando ella terminó, Akame parecía incluso más dubitativo que antes. Su expresión había cambiado, ya no era relajada e insondable, sino que reflejaba una profunda tribulación. En su interior, se debatía consigo mismo sobre si debía hacerlo o no; sobre si merecería la pena. Si no podrían conseguirlo de otra manera. Apretó los puños; revelar su secreto más preciado a una mancha de cabrones como aquellos...
—Yo puedo llevarnos directamente a los aposentos de Umigarasu —dijo de repente—. Sólo necesito algo de chakra.
Soltada la bomba, el Uchiha se recostó en su asiento y esperó a ver la reacción de los demás Ryuto.