18/01/2020, 18:52
—¿¡CÓOOMOOOOOOOOOOO!? —Reacción mas que normal tal y como se habían ido desarrollando las cosas durante el viaje.—. ¡No me fastidies! ¿Después de todo lo que ha pasado, tú y ella...? —Si, exacto, a mi también me parecía sorprende que al final el barco hubiera cogido aquél rumbo. Pero...—. ¿Consejo de adulto? ¡Y yo qué sé, Reiji! ¡Y yo qué sé! ¡Yo sólo sé de comida, y mi mujer también es Akimichi! ¡Ya te puedes imaginar cómo la conquisté! —¿A quien no? Pero su con su manera de cocinar podía conquistar a cualquiera. Fuera o no Akimichi—. Pero lo que está claro es que tienes que bajar ahí y decirle qué es lo que tú sientes, porque si no se va a quedar con la duda de saber si es correspondido o no, y ¿tú te imaginas lo que tiene que ser eso? ¡No, no, no! ¡Tú bajas y se lo dices!
Mira, yo no era muy diestro en temas amorosos. Pero había sido ella la que se había declarado. En cualquier caso ¿No era yo el que tendría que corresponderla a ella? Aunque bueno, igual no funcionaba así. Yo que se. No podía pensar claramente en ese momento.
»Haré el sacrificio de quedarme con el timón, capitán. ¡Su grumete siempre a su servicio!
—Pero a la mínima que te sientas mal vienes a buscarme ¿Vale?— dije mientras salia de la cabins en dirección a los camarotes. —A la minima, eh.
Le señalé con el dedo acusatorio desde abajo antes de entrar a los camarotes.
Una vez allí, aunque estaba hasta arriba de los nervios, llamé a la puerta del camarote de Yuuna.
—¿Yuuna? ¿Puedo... Puedo pasar?
Mira, yo no era muy diestro en temas amorosos. Pero había sido ella la que se había declarado. En cualquier caso ¿No era yo el que tendría que corresponderla a ella? Aunque bueno, igual no funcionaba así. Yo que se. No podía pensar claramente en ese momento.
»Haré el sacrificio de quedarme con el timón, capitán. ¡Su grumete siempre a su servicio!
—Pero a la mínima que te sientas mal vienes a buscarme ¿Vale?— dije mientras salia de la cabins en dirección a los camarotes. —A la minima, eh.
Le señalé con el dedo acusatorio desde abajo antes de entrar a los camarotes.
Una vez allí, aunque estaba hasta arriba de los nervios, llamé a la puerta del camarote de Yuuna.
—¿Yuuna? ¿Puedo... Puedo pasar?