18/01/2020, 20:02
(Última modificación: 18/01/2020, 20:08 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Pero qué hijo de puta —Ayame escuchó maldecir a Daruu cerca de ella. Entonces se cruzó de brazos encarándose a invocador—. ¿Que qué vamos a hacer? Oh, no. Qué vas a hacer tú, protagonista del informe más acusatorio que escribiré a Amekoro Yui en mi puta vida.
—B-Bueno, al menos hemos detenido este caos... ¿No? —intervino Ren, buscando la mirada cómplice de Ayame—. S-Si no hubiéramos llegado a intervenir, el desastre podría haber sido mayor.
En eso no podían quitarle la razón, pero estaba claro que los daños ya habían sido hechos.
—Pero, Daruu... —protestó Ayame, sintiendo lástima por el pobre extraño vestido con pieles, que ahora sollozaba a lágrima viva en el suelo—. Tampoco ha sido culpa suya, deberíamos...
—Ese jabalí me ha dado problemas —replicó el Jōnin, acariciándose el costado con gesto dolorido—. Y la última persona que me dio problemas fue una exiliada del Libro Bingo. —Y antes de que nadie pudiera objetar al respecto, y tras dedicar una nada amistosa mirada al invocador, Daruu salió corriendo en la misma dirección en la que había venido—. ¡No puedo dejar la cafetería de mi madre con los cristales rotos! ¡Alguien podría entrar a robar!
—Menudo lío... —suspiró Ayame, hundiendo los hombros.
Nadie tuvo mucho más ánimos de seguir conversando. Ayame caminaba arriba y abajo, con los brazos cruzados, mientras el pobre hombre seguía lloriqueando y culpando a su mala suerte de lo sucedido.
—¡¿Si es que quién me mando firmar ese contrato de sangre?! ¡¿QUIÉN?!
—Quién ha sido.
La voz de Kiroe retumbó en la calle como el temuble tambor de Raijin. Había aparecido de la nada, y Ayame se estremeció al verla tan enfadada. La mujer intercambió una mirada acusatoria entre todos los presentes, pasando desde Ren, por la misma Ayame y terminando en el hombre vestido con pieles. La kunoichi agachó la mirada, buscando la manera más pacífica de salir de aquel entuerto...