20/01/2020, 18:06
Ah, ahí estaba. La inevitable pregunta. Akame calló y se encogió de hombros, sintiendo las miradas de todos aquellos criminales sobre él. Luego fumó una calada muy honda y miró a la Anciana, la portavoz de aquella duda que todos parecían estar callándose.
—No. Además necesito dos ancas de rana, cuatro raspas de pescado, un ojo de tiburón y la sangre menstrual de una doncella virgen —enumeró, y luego soltó una carcajada ronca—. ¿Queréis que lo haga o no?
Recorrió con la mirada al resto de Ryutō, entre desafiante a preguntar más, y temeroso de que alguno lo hiciera. No por nada Akame era celoso a la hora de guardar su mejor secreto, y ni por todas las Villas Ocultas resurgidas del mundo iba a contárselo así como así a una panda de cabrones como aquellos.
—No. Además necesito dos ancas de rana, cuatro raspas de pescado, un ojo de tiburón y la sangre menstrual de una doncella virgen —enumeró, y luego soltó una carcajada ronca—. ¿Queréis que lo haga o no?
Recorrió con la mirada al resto de Ryutō, entre desafiante a preguntar más, y temeroso de que alguno lo hiciera. No por nada Akame era celoso a la hora de guardar su mejor secreto, y ni por todas las Villas Ocultas resurgidas del mundo iba a contárselo así como así a una panda de cabrones como aquellos.