21/01/2020, 20:15
—S-Si, se le fue de las manos e intentamos detenerlos. Yo estaba con ellos cuando uno de los jabatos entro a causar estragos en su pastelería —intervino de repente Ren, señalando con su mano tanto a Daruu como a Ayame—. Daruu intento para al gran puerco. Y Ayame acorralo a los enanos. ¡De no ser por ellos hubiera acabado en un desastre mucho peor!
Kiroe pareció reflexionar durante varios largos segundos ante las palabras de los chicos. Sus ojos se clavaron en el invocador con un brillo extraño en la mirada que ni la propia Ayame supo cómo interpretar. Y entonces soltó una risilla. Esa risilla.
«Oh, no...» Fuera lo que fuera que estaba planeando, desde luego no podía tratarse de nada bueno.
—Está bien, está bien —dijo—. Mañana a primera hora te vas a venir al local, y harás exactamente lo que yo te diga, como yo te diga y el tiempo que yo te diga hasta que considere tu trabajo como pago suficiente. Yo convenceré a mi hijo para que suavice el reporte, y me aseguraré de que escriba que estás trabajando para mí para compensar los desperfectos que me causaste. En cuanto a esta avenida y a otros destrozos, no puedo cubrirte, lo siento. ¿Hay trato, o no hay trato? La alternativa, por supuesto, es que yo misma te arrastre de la oreja ahora mismo al despacho de Yui. Claro está, estaría muy disgustada y adornaría mi testimonio con unas cuantas... mentirijillas piadosas —añadió, frotándose las manos como un diablillo.
—¡N... No! ¡Lo haré! ¡Lo haré! —exclamó, a la desesperada—. ¡Gracias por la oportunidad! ¡Y lo siento! ¡No la defraudaré!
«Pobre chico... No sabe dónde se ha metido...» Se lamentó Ayame, expulsando el aire por la nariz.
Pero parecía que el invocador había decidido saldar su deuda con el diablo, y no había vuelta atrás.
Kiroe pareció reflexionar durante varios largos segundos ante las palabras de los chicos. Sus ojos se clavaron en el invocador con un brillo extraño en la mirada que ni la propia Ayame supo cómo interpretar. Y entonces soltó una risilla. Esa risilla.
«Oh, no...» Fuera lo que fuera que estaba planeando, desde luego no podía tratarse de nada bueno.
—Está bien, está bien —dijo—. Mañana a primera hora te vas a venir al local, y harás exactamente lo que yo te diga, como yo te diga y el tiempo que yo te diga hasta que considere tu trabajo como pago suficiente. Yo convenceré a mi hijo para que suavice el reporte, y me aseguraré de que escriba que estás trabajando para mí para compensar los desperfectos que me causaste. En cuanto a esta avenida y a otros destrozos, no puedo cubrirte, lo siento. ¿Hay trato, o no hay trato? La alternativa, por supuesto, es que yo misma te arrastre de la oreja ahora mismo al despacho de Yui. Claro está, estaría muy disgustada y adornaría mi testimonio con unas cuantas... mentirijillas piadosas —añadió, frotándose las manos como un diablillo.
—¡N... No! ¡Lo haré! ¡Lo haré! —exclamó, a la desesperada—. ¡Gracias por la oportunidad! ¡Y lo siento! ¡No la defraudaré!
«Pobre chico... No sabe dónde se ha metido...» Se lamentó Ayame, expulsando el aire por la nariz.
Pero parecía que el invocador había decidido saldar su deuda con el diablo, y no había vuelta atrás.