24/01/2020, 03:20
Ya os hablé de eso de atar cabos. Y ahora mismo Kaido seguía uniendo los puntos conexos de una historia que aún tenía muchos vacíos: la trágica historia de Uchiha Akame. Palabras claves le permitían volver a momentos cumbres de su pasado. Una vieja deuda, esa que Akame había dicho cobrarse en una de esas noches en la que él y el escualo se alejaban de la concurrida Tanzaku, ese agujero donde le encontró como un perro sucio y rastrero; revolviéndose en su propia mierda y en los restos de Omoide. Ya le había parecido muy raro en ese momento que hubiera podido saldar cuentas con alguien en cuestión de horas, estando tan lejos de casa. A aquél tipo, sí, que mató en su propia cama.
El hijo de puta se había pegado un saltito hasta Uzushiogakure, y él no se había ni enterado. Kaido rió. Rió incrédulo. Cada vez le era más claro que Akame nunca iba a ser su perro rastrero. Era un tipo demasiado fuerte y resuelto. Poderoso. Una bestia adormecida por los estupefacientes, y que él vehementemente había liberado sin pudor alguno.
¿Quizás le había salido mal la jugada? pues no del todo, realmente.
—Jó, con que de eso se trataba. El tipo que dormía plácidamente en su cama —soltó, risueño—. ¡Bueno, que no se hable más del tema, joder! ¡Ya conocemos a Akame: es un pillo que no suelta prenda! ¡ni a mí, su salvador! —se acomodó en el asiento y recobró un semblante más serio—. Kyūtsuki hará lo propio con el mapa y nos proveerá de algunas identidades que nos permitan adentrarnos en Kasukami sin levantar sospecha. Una vez dentro, usaremos esa prodigiosa habilidad de mi compañero aquí presente y dejaremos en evidencia a la seguridad del puto Umigarasu, para que no quepa duda de que está tratando con Dragón Rojo. Allí el bueno de Money hará lo que mejor sabe hacer: hablar mierda y regatear el mejor trato posible, que cumpla con las pretenciones de ésta organización: obtener el control total y absoluto de la nueva Kirigakure no satō, la nueva entidad que cobrará vida dentro de la soberanía de todo un País para romper con el status quo de las egocéntricas aldeas que se hacen llamar las Tres Grandes.
»¿Estamos todos de acuerdo?
El hijo de puta se había pegado un saltito hasta Uzushiogakure, y él no se había ni enterado. Kaido rió. Rió incrédulo. Cada vez le era más claro que Akame nunca iba a ser su perro rastrero. Era un tipo demasiado fuerte y resuelto. Poderoso. Una bestia adormecida por los estupefacientes, y que él vehementemente había liberado sin pudor alguno.
¿Quizás le había salido mal la jugada? pues no del todo, realmente.
—Jó, con que de eso se trataba. El tipo que dormía plácidamente en su cama —soltó, risueño—. ¡Bueno, que no se hable más del tema, joder! ¡Ya conocemos a Akame: es un pillo que no suelta prenda! ¡ni a mí, su salvador! —se acomodó en el asiento y recobró un semblante más serio—. Kyūtsuki hará lo propio con el mapa y nos proveerá de algunas identidades que nos permitan adentrarnos en Kasukami sin levantar sospecha. Una vez dentro, usaremos esa prodigiosa habilidad de mi compañero aquí presente y dejaremos en evidencia a la seguridad del puto Umigarasu, para que no quepa duda de que está tratando con Dragón Rojo. Allí el bueno de Money hará lo que mejor sabe hacer: hablar mierda y regatear el mejor trato posible, que cumpla con las pretenciones de ésta organización: obtener el control total y absoluto de la nueva Kirigakure no satō, la nueva entidad que cobrará vida dentro de la soberanía de todo un País para romper con el status quo de las egocéntricas aldeas que se hacen llamar las Tres Grandes.
»¿Estamos todos de acuerdo?