26/01/2020, 23:41
(Última modificación: 26/01/2020, 23:41 por Amedama Daruu.)
«¿Kaido?». Hida torció la cara para escuchar mejor a Ayame, sin dejar de mirar a aquél tipo. No se parecía en nada a él. «¿No es él?» ¿Kaido no era Kaido? Hida no entendía nada. Lo que sí sospechaba es que había algo raro en todo aquello. «¿Necesita ayuda?» No era en aquél momento en quien él estaba pensando. «Usted necesita ayuda. Aunque tiene razón en algo.»
—Oh, Hida-dono; qué placer que seas tú, de entre tantas figuras de mi antigua Aldea, quien se haya animado a darme tan grata bienvenida —dijo, con tono socarrón. Algunas cosas nunca cambian—. ¿Entonces Yui-sama está en camino eh? ¡qué buena noticia! ¡estoy muy ansioso por tener de una vez por todas ese combate que me ofreció hace tanto tiempo!
»Aunque ya no hay nada que pueda enseñarme. Su muerte será el único consuelo que nos va a dejar esta batalla.
Yui debía estar allí.
—¿¡MI MUERTE!? —La atronadora voz de Amekoro Yui hizo que incluso Hida se tambalease un momento cuando pasó por al lado de ellos dos—. Protégela —le susurró, mientras adelantaba al espadachín y se cruzaba de brazos frente al gyōjin—. ¿Mi muerte, Umikiba Kaido? —rio—. No, amigo. Te convertiremos en pescaíto frito.
—Oh, Hida-dono; qué placer que seas tú, de entre tantas figuras de mi antigua Aldea, quien se haya animado a darme tan grata bienvenida —dijo, con tono socarrón. Algunas cosas nunca cambian—. ¿Entonces Yui-sama está en camino eh? ¡qué buena noticia! ¡estoy muy ansioso por tener de una vez por todas ese combate que me ofreció hace tanto tiempo!
»Aunque ya no hay nada que pueda enseñarme. Su muerte será el único consuelo que nos va a dejar esta batalla.
Yui debía estar allí.
—¿¡MI MUERTE!? —La atronadora voz de Amekoro Yui hizo que incluso Hida se tambalease un momento cuando pasó por al lado de ellos dos—. Protégela —le susurró, mientras adelantaba al espadachín y se cruzaba de brazos frente al gyōjin—. ¿Mi muerte, Umikiba Kaido? —rio—. No, amigo. Te convertiremos en pescaíto frito.